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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: Si alguno de vosotros, o mismamente yo, nos encontramos...

A partir de hoy os voy a ir "pegando" la Introducción del Gran Libro de los Insultos, escrito por Pancracio Celdrán Gomáriz, que espero os guste.

Introducción.

"El insulto, como de su etimología se desprende, es siempre un asalto, un ataque, un acometimiento.
Es término derivado de la voz latina assalire: saltar contra alguien, asaltarlo para hacerle daño de palabra, con claro ánimo de ofenderlo y humillarlo mostrándole malquerencia y desestimación grandes, y haciéndole desaire.
Debemos distinguir en él tres grados. La insolencia, mediante la cual perdemos a alguien el respeto, siendo acto que puede llevarse a cabo de palabra, de obra, e incluso por omisión, mediante un gesto, una mirada, un silencio, con lo que exteriorizamos desdén y desaprecio. El improperio, que es injuria de
palabra, sinrazón que se le hace a alguno sin justicia ni causa, mediante dicterios y achaques en los que echamos a alguien en cara lo que él quería mantener en secreto, o cuya divulgación buscaba impedir. Y la injuria, ultraje verbal o de obra, mediante maltrato o desprecio. El insulto inmerecido, cuando no hay razón para el improperio, es ofensa. Cuando el insulto hace honor a la realidad del insultado, más que ofensa es falta grave a la caridad con que debemos acoger a las personas. Por lo general, el animus insultandi, o voluntad maldiciente aflora en el temperamento hispano en ambiente y caso jocosos, para hacer gracia de alguien a fin de reírse todos de él; es una de las formas más fértiles de mostrar el ingenio quien lo tuviere, y de enseñar su mala índole o mala baba quien es radicalmente malo y cruel...

...
La tradición hispánica, y su experiencia en relación con el amplio y complejo mundo del insulto, la singularidad de sus tontos, pícaros y mentecatos, bobos, truhanes y necios de todo pelaje, es numerosa y abundante en palabras y frases, en casos y anécdotas graciosas que han pasado a la historia no oficial, a la historia pequeña, menuda y popular. De esa riqueza extraeremos los insultos más sonoros y gráficos, más extendidos, populares antaño, algunos olvidados hogaño, todos exultantes de vida expresiva.
Recalaremos, asimismo, en algunos personajes y bobos de renombre que han pasado a la lengua cotidiana; tontos insignes en su tontería, cuyas hazañas han quedado plasmadas en breves comparaciones populares. Son muchos, y seguramente no están todos los que fueron. Pero sí los que más hondo calaron
en el ánimo popular...

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Como la Biblia afirma, en lo que a los tontos respecta, cada día que amanece el número de bobos crece, por lo que su número es infinito. El sabio rabino de Carrión, Shem Tob, en sus Proverbios morales, mediado el siglo XIV, se hace eco de esa misma realidad, y utilizando la voz "torpe" como sinónimo de
necio, afirma:

Que los torpes mil tantos
son (más) que los que entyenden,
e non saben en quantos
peligros caer pueden...

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Cuenta Melchor de Santa Cruz, en su Floresta Española, que cierto caballero que reñía con un hombre tenido por necio, dijo a éste cuando iba a darle en la cabeza con una maza de majar, que llaman majadero: "Tenéos, que sóis dos contra uno". Y Baltasar Gracián, en su Oráculo manual, asegura: "Son tontos todos lo que lo parecen, y la mitad de los que no lo parecen".
El refranero, por su parte, asegura como dogma de fe que cada lunes y cada martes hay tontos en todas partes. Y es verdad. Como también es infinito el modo de manifestarse la tontez, tontuna o tontería, que no es sino la calidad o ejercicio de este arte inútil. En castellano, el número de frases hechas o expresiones adverbiales con protagonismo suyo es grande. El tonto ha dado en ser paradigma del insulto leve. Como sujeto inofensivo e inocuo, al tonto hispánico, como el tondo, el minchione, rintontito o mero stùpido italiano, sólo se le achaca lentitud de entendimiento. La voz en cuestión es término paradigmático del insulto y del agravio en todos los idiomas y en todos los tiempos, siendo atemporal y universal su presencia....

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No hay lugar ni momento de la historia que no haya contado con un nutrido escuadrón, con una abigarrada tropa de memos, imbéciles, alelados, bobos, estúpidos y gilipollas, todos los cuales han hecho alarde a lo largo de sus vidas más que de su malicia, de su innata torpeza y limitación intelectual. A esa limitación de la razón alude la lengua alemana cuando habla del tunte; o el húngaro, cuando describe al bobalicón y palurdo, a quien denomina tandi. Los clásicos griegos se referían a los tontos con la voz aglaros, por su aspecto embobado de eterno deslumbramiento. Habitan el campo semántico del tonto especímenes y personajillos como Abundio y Pichote, Cardoso y el cojo Clavijo, Perico el de los Palotes, Panarra y Pipí, el tonto de Coria, el del Bote, el de Capirote, acompañados por el genial tontaina que tuvo la ocurrencia de asar la manteca, o el tonto bolonio que creyéndose una lumbrera se pasaba de listo....

Pero no es en esta limitación de las facultades del espíritu donde únicamente se ceba con su dura carga semántica la voz ofensiva, el término insultante, la palabra injuriosa. No es el mentecato, el bobo o el imbécil lo único que reluce. Es más: los insultos que apelan a la cortedad del ingenio, o carencia
absoluta de luces son los menos graves, por ser a menudo los más obvios; como también lo son seguramente los nacidos de la mitomanía o la necesidad de mentir. El animus insultandi hispánico se explaya o acomoda mejor cuando se trata de ofensas o achaques, de improperios y agravios de otra naturaleza. El ingenio ibérico brilla y se luce cuando arremete contra el marido engañado, o se mete con el desviado sexual. Peor cariz toma el insulto que nace de creerse uno mejor que otro, o de creer a otro peor que uno; la peligrosa ofensa de connotaciones racistas o xenófobas, en que se tiene en cuenta el color
de la piel, los factores sanguíneos, la religión o la cultura. Siempre me ha sorprendido la forma de insultarse gravemente que tienen ciertas tribus bereberes, entre cuyos aborígenes cuando alguien quiere agraviar a otro le llama con asco haddad ben haddad, sintagma que en árabe no significa nada
particularmente grosero: "herrero, hijo de herrero"; sin embargo, la ofensa estriba en que el oficio descrito era sólo desempeñado en el sur de Marruecos, y el sahel u orilla del desierto por los indígenas del Sahara, despreciados como parias, a pesar de que también ellos eran seguidores del Profeta y observaban su ley, y la del libro sagrado del Corán. Tremendo cariz toma el alma de quien se complace en contemplar el escarnio ajeno, como apunta Juan de Zabaleta en su curioso librito El día de fiesta por la tarde, publicado a mediados de 1664, donde se lee: " ¡Oh dulcísimo sabor el del escarnio ajeno...! Gustamos de los defectos de los otros, porque parece que quedamos superiores a ellos...".

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Y más negro pelaje es, aún, el de la ofensa que se centra en el honor, en la conducta, en el pensamiento, en el convivir, que retratan al individuo que abusa de sus semejantes, haciéndoles daño de forma gratuita; sujetos que para asomarse al otro lado de la valla y así sobresalir ellos, y para que los vean, se sustentan sobre las espaldas o los hombros de los demás, a los que luego ignoran e incluso zahieren. Es ahí donde sale a la luz lo más obscuro del hombre, su capacidad más granada para hacer daño...

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Dice el autor del Prólogo de El gran Libro de los Insultos lo siguiente:
Encontrará el lector amigo en esta mezcla de inventario y diccionario histórico del insulto castellano, el calificativo para todo tipo de conducta miserable, mezquina y deshonrosa. Toda suerte de ladrones y maridos aparentemente engañados; chulos destemplados; soberbios montaraces; granujas
disculpables; pobres hombres arrinconados por la vida, que han hecho el ridículo a su pesar. Por aquí desfila, enseñando sus bilis y lacras, el nutrido y abigarrado batallón de las miserias del alma en forma de
palabras y palabrotas, cantos rodados de la historia de la lengua y sus hablantes. Hombres y mujeres a quienes esa distinción de sexo ha condenado a menudo a la sordidez y a la miseria: los insultos, improperios y agravios relacionados con la sexualidad son numerosos y acerados. Mujeronas aguerridas,
y mujerucas olvidadas en los meandros y recodos del río de la vida; muchachos desamparados, pobres pícaros y randas al servicio de reinonas, caciques y capitostes del hampa y la mala vida. También ha generado insultos el hambre, que aguzó el ingenio haciendo al hombre avispado, para que pudiera
aprovecharse de quien no lo es tanto. Nutrida tropa es la de los gorrones, parásitos y chivatos, sablistas y mangorreros, jaques y valentones, chulos y rufianes..., porque el hombre ha hecho siempre lo imposible
por vivir de los demás, llevando en el pecado la penitencia del insulto, forma lingüística de rendir cuentasante la sociedad...

...
Mucho de cuanto la historia ha creado en forma de insulto, está aquí, lector amigo. Sonríe si te reconoces a ti mismo en alguna de estas voces, y pon remedio; y sonríe también, compasivo, si reconoces a alguno de tus vecinos, allegados o amigos que dejaron de serlo o siguen siéndolo, como yo hago ahora pensando en tantos como han pretendido hacerme daño sin conseguirlo ciertamente. No olvides que injuriar no está al alcance de cualquiera, y que a veces es cierto el dicho ciceroniano: Accipere quamfacere praestat iniuriam; que en castellano vale: "Mejor cosa es sufrir el insulto y padecer una injuria, que hacerla uno". Sócrates, habiendo recibido en cierta ocasión un insulto, seguido de puntapié, exclamó, no dándose por aludido: " ¿Acaso si me hubiera dado una coz un asno, me enfrentaría a él...?"...

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Así pues, lector amigo, que tienes en tus manos este libro, di conmigo esta breve oración que he compuesto ante el auge e incremento desmedidos que en nuestro tiempo están tomando la imbecilidad torpe y la malicia malsana: "Señor, haz que el rastro de luz que deja la maldad sobre el espíritu de los inocentes, deslumbrándolos durante un instante, sea fugaz como el del cometa que brilla un momento en la noche y ya no regresa jamás. Amén".

Madrid, noviembre de 1995
Pancracio Celdrán Gomariz."

Esta es una estupenda introducción, para un estupendo y divertido libro.

El primer insulto que encontramos en el Libro de los Insultos de Pancracio Celdrán es este: Aborto ya que están escritos por orden alfabético. No sé vosotros, pero yo nunca he oído decir a nadie ABORTO, como insulto.

"Persona que llama la atención por su extrema fealdad. Producción rara, caprichosa o monstruosa de la naturaleza. Puede connotar merma intelectual que afecta a la inteligencia, en cuyo caso equivale a mentecato, necio total, que carece de seso, acepción no contemplada por el diccionario oficial, aunque es de uso corriente en la calle, donde cursa con "feto, mal hecho, mal parido, mal cagado, malogrado, que se quedó en agua de borrajas, o en cierne'" En cuanto a su etimología, deriva del verbo abortar, que a su vez procede del término latino oriri < aboriri = levantarse, nacer. El substantivo empezó a utilizarse a finales del siglo XVI, aunque el término "abortón" ya era utilizado en el XIII (Fuero viejo de Castilla, y Fuero de Navarra). El uso ofensivo de "aborto" ya se daba en el asturiano antiguo, lengua medieval en la que "albortón" tenía el valor semántico de feto de cuadrípedo; cosa mal hecha, o malograda; animal de desarrollo incompleto, y por extensión: persona deforme, tanto física como mentalmente...

¿Alguien ha dicho o ha oído decir el insulto Zurumbático? Yo ni lo he dicho nunca, ni lo había oído, así que para el que esté como yo, más verde que un Guardia Civil harto de lechuga, aquí dejo escrito lo que dice el Autor del libro sobre el ZURUMBÁTICO.

Pasmado, aturdido. A principios del siglo XVIII el curioso autor de letrillas, seguidillas y pasmarotas salmantino, Diego de Torres Villarroel, utilizó el término en el sentido de "lelo, atontado, pasmado, atronado". Parece que el término desciende del portugués soombra< sorumbático, con la voz latina umbra = sombra, al fondo. "Azurumbado" equivale a "asombrado" en toda la región centroamericana, y en Méjico, por lo que es insulto o calificativo que afecta a la personalidad y carácter.
El zurumbático tiene mala sombra y temperamento sombrío o melancólico, pesimista y triste. Antaño, permanecer en sombra o carecer de ella fueron signo de desgracia; que los condenados a muerte no proyectaban sombra sobre el suelo es creencia antigua, de donde se dijo "más vale mala sombra que no tener sombra alguna"."

Bien chicos, mañana un poco más sobre INSULTOS.

Si el anterior INSULTO no lo había oído en mi vida, creo que este, Zurriburri, tampoco y mirad que tiene sus añitos...

Sujeto vil y despreciable, de ínfima condición y extracción social. Juan del Encina, en su Cancionero, (finales del siglo XV), emplea así el término en valor substantivo:

Porqu'este lugar me aburre
tengo dél gran sobrecejo.
Soncas, para tal concejo
basta cualquier çurreburre.

Se tiene in mente al zurrador, curtidor de cuero que previamente despelleja al animal, oficio ordinario, tenido por vil. A ello parece aludir Covarrubias (1611) en su Tesoro de la Lengua: "Çurriburri (llamamos) el hombre muy ordinario, como lo es el pelo burro del asno...". También debe tenerse en cuenta que el término "zurri" es sinónimo de "cerdo" en muchos lugares de Andalucía, como Jaén, y que no es impensable una asociación de "zurri (cerdo) y "burro", para poner las cosas en el colmo del desprecio. Quevedo en el Cuento de cuentos echa mano del término: "... se descalzaban de risa de ver al viejo (...) y a ella que se iba a cencerros tapados con un zurriburri, refunfuñando"."

Anda que como algún día quiera insultar a alguien, me voy a "despachar" a gusto...

¡Hombreeeeeeeeeeeee, este síiiiiiiiii! Este de Abrazafarolas sí que lo he oído y leído más de una vez, aunque nunca insulté a nadie llamándole de esta manera aunque sí le he dicho alguna vez a alguien Vivalavirgen, que es lo mismo.

Vivalavirgen; variedad del Juan Lanas; sujeto irresponsable a quien lo mismo da ocho que ochenta. Tiene rasgos del adulador lameculos, del simplón y del donnadie; su conducta está dirigida a un solo fin: no molestar a quien considera su amo. Es voz descriptiva, ya que el análisis de la imagen que proyecta retrata gráficamente al individuo a quien se dirige. Tiene puntos de contacto con el borrachín, el juerguista y el calavera que harto de vino no gobierna sus pasos ni entendederas. Aunque no está recogido por los diccionarios al uso, es término muy difundido, sobre todo en tertulias radiofónicas de carácter distendido y deportivo. (Véanse también "Vivala-virgen, Juan Lanas")...

¡Dé lo que se entera una...!
Si yendo un día por la calle, o aquí en este mismo foro, alguien me hubiese dicho ZULÚ, lo máximo que hubiese llegado a pensar es que me estaban llamando NEGRA. Nunca se me hubiese ocurrido pensar, que diciéndome Zulú, me estuviesen llamando: Cafre, salvaje, bruta como dice Celdrán en su Libro de los Insultos.

Asegura también que, "Se dice por extensión del sentido principal de esta voz: Individuo de cierto pueblo de raza negra que habita en el África austral.

Ultimamente, el dirigente del Partido Nacionalista Vasco, y ex miembro de la Compañía de Jesús, Javier Arzalluz, resucitó el uso despectivo del término, afirmando que un zulú que hablara vascuence le sería más afecto que un castellano que no lo hiciera."

¡Toma ya, con el Sr. Arzálluz...!

Del Libro de Los Insultos. Ser más tonto que Abundio.

"Ser más tonto que Abundio es paradigma de insensatez, cerrazón y cortedad de entendimiento.
Parece que el personaje existió entre los siglos XVII y XVIII en Córdoba, donde protagonizaría alguna solemne tontería parecida a la de Ambrosio y su carabina*, aunque de naturaleza distinta, ya que a Abundio se le achaca el haber pretendido regar "con el solo chorrillo de la verga", con apenas agua, un
cortijo, empresa descabellada, a no ser que pretendiera regar otros campos metafóricos con el aparejo" citado, en cuyo caso distaría mucho de merecer la fama que el tiempo le ha asignado. Por otra parte, acaso nos encontremos ante el precursor del riego por goteo, y debieramos levantarle un monumento. En su día pasó por loco insigne, diciéndose hoy de quien da muestras de imbecilidad que es "más tonto que Abundio, que en una carrera en la que corría él sólo llegó el segundo".

Zorra, zorrón.

"Mujer de mala vida y reputación, despreciable y ruín; ramera, hembra pública que vive de comerciar con su cuerpo. Vicente Espinel, en los primeros lustros del siglo XVII, utiliza así el término: "Es oficio corriente por toda España, y en las poblaciones tienen correspondencia y avisos de las zorras comadres para chupar la sangre a los corderos inocentes".
Con intención insultante se documenta en el siglo XIII: "persona holgazana", de donde por extensión pudo predicarse de la mujer que se entrega por dinero. No es palabra latina, y sólo se encuentra en portugués y castellano. Del portugués procede la primera acepción peyorativa, ya que en esa lengua, a
finales de la Edad Media, zorrar equivale a arrastrar, seguramente del árabe garr = llevar a rastras, pero sin connotaciones morales. En el Poema de Alfonso Onzeno, (mediados del siglo XIV) se lee, aunque no hay seguridad en cuanto al tipo de zorra a que se refiere:...

...
Y fue muerta otra sorra,
reyna era pagana,
fija fue de una chamorra
que salió falsa xristiana.

En cuanto a su etimología, lo probable es que sea la voz árabe surriya = concubina, a pesar de los reparos expuestos en su lugar por eruditos como Américo Castro o el mismo Corominas en su Diccionario Crítico. El hecho es que se trata de término muy ofensivo para la mujer; que aparece en todos
los autores de los siglos de oro, y llega pleno de fuerza expresiva al siglo XVIII. Diego de Torres y Villarroel, lo utiliza así, en su Historia de historias: El picarote, como no era la primera zorra que había desollado, y como no conocía que la moza era un poco caliente de rabadilla, la cargaba la mano, hasta que le dejó con tanta baba; y como aún se tenía la miel en los labios la desesperada volvió a las andadas, y a hacer de las suyas...

Mediado el XIX, Bretón se hace eco de los desórdenes que la vida airada ocasionaba, tanto en los burdeles como en la calle:

Si hay de noche camorra
por culpa de una zorra,
y yo por un acaso
triste, me encuentro al paso
y el agresor escapa,
y la ronda me atrapa...

El aumentativo "zorrón" ahonda en el uso denigrante del término. En unos versos de La mujer pública, atribuidos a Espronceda, (cito por Cela, Diccionario...) se lee:

Y yo os digo, por más que os cause enojo,
que son tan necesarios los zorrones
como es la luz del sol a nuestros ojos,
el pan al cuerpo, el aire a los pulmones.

Todos, o casi todos los que más o menos tenemos uso de razón, sabíamos, no había que ir a Salamanca para aprenderlo, que la palabra ZORRA era un insulto, como así dice Celdrán en su libro, hasta que llega un juez, moderno donde los haya, y...

"Revoca una sentencia
Llamar 'zorra' a la esposa no es un insulto, según el juez Del Olmo
04/10/2011

Según el juez, si quien utiliza el término "zorra" lo hace para "describir a un animal que debe actuar con especial precaución", no constituye menosprecio hacia la mujer."

Y digo yo... ¿Y si no lo hace para describir a un animal, es insulto o no?

...
Llamar "zorra" a la esposa no constituye menosprecio o insulto, si quien utiliza este término lo hace "para describir a un animal que debe actuar con especial precaución", afirma el juez Juan del Olmo, magistrado de la Audiencia Provincial de Murcia, en una sentencia, que revoca la condena de un año de cárcel a un hombre por un delito de amenazas...

...
La sentencia indica que el Juzgado de lo Penal número Dos de Cartagena condenó al acusado a la pena de un año de prisión por un delito continuado de amenazas en el ámbito familiar al considerar probado que, a través de unas llamadas telefónicas hechas al hijo común, llegó a decir que vería a la denunciante "en el cementerio en una caja de pino"...

...
Del Olmo no aprecia en los hechos probados que en el comportamiento del denunciado hubiera una situación de dominación sobre su mujer, por lo que lo condena a la pena de ocho días de localización permanente por una falta de amenazas leves.

La Audiencia comenta que "incluso procede señalar que la expresión 'zorra' utilizada en el escrito del recurso, escuchada la grabación de la vista oral, no se utilizó por el acusado en términos de menosprecio o insulto, sino como descripción de un animal que debe actuar con especial precaución, a fin de detectar riesgos contra el mismo"...

´...
Este acusado tenía antecedentes cuando fue juzgado por estos hechos, al haber sido condenado en enero de 2009 a 31 días de trabajos en beneficio de la comunidad y prohibición de acercarse a su esposa por un delito de malos tratos en el ámbito familiar.

El juez Juan del Olmo ha estado involucrado en otras sentencias polémicas que tienen que ver con la violencia de género. El pasado año absolvió a un hombre que propinó un cabezazo a su mujer porque dicha acción no tenía, en su opinión, el objetivo de dominar a la mujer, con lo que decidió que no era violencia de género."

El insulto Acémila, sí lo conocía. Aún recuerdo aquello de: "Si tu padre que esté en gloria, no hubiese sido un acémila, y te hubiese dao una miaja de coltura, sabrías como cá quisque pá qué vale eso..." Celdrán dice que un acémila es: "Animal; se dice por extensión del mulo de carga, en particular el macho; asno, sujeto rudo, primitivo y tosco. En tono jocoso, se predica de quien es tan fuerte como bruto, capaz de cargar con lo que fuere; especie de bestia de albarda. En los siglos de oro se decía del hombre disforme de cuerpo, y de muy escaso entendimiento. El médico segoviano, Andrés Laguna, en su Pedacio Dioscórides Ariazarbeo,
(mediados del siglo XVI) emplea la acepción insultante del término en forma superlativa:
"No puedo tener la risa siempre que me acuerdo de un mozo torpe y dormilonazo,
que tuve siendo estudiante en París, el cual una mañana (...) se fue derecho al hogar, adonde estaba un gatazo (...) y le plantó un palillo de azufre, por donde súbito le saltó el fiero animal al rostro y le rascuñó toda la cara, no sin grandes gritos del acemilazo...."
Más próximo a nosotros en el tiempo, el dramaturgo riojano Manuel Bretón de los Herreros, (mediados del siglo XIX), añade al término cierto matiz propio del zote:

" ¿Qué ha de llorar ni temer
una acémila asturiana,
sin miras para mañana
y sin recuerdos de ayer?."

Si alguno de vosotros, o mismamente yo, nos encontramos en el mal trance de que alguien nos pueda llamar zullenco, o zullón ante una situación "dolorosa" vayamos sin pensarlo dos veces a la farmacia: allí encontraremos a Merche que nos atenderá estupendamente y nos dará el mejor remedio para nuestro problema; ya sabéis aquello que dice: "Vale más prevenir que curar" y no exponernos a ser insultados con la palabra ZULLENCO.

"Individuo de alguna edad que no es capaz de controlar la expulsión de ventosidades, y que a menudo tampoco gobierna el vientre, descargando su contenido y yéndose de cámara. Se dijo del verbo "zullarse" = ventosear involuntariamente y con excesiva frecuencia. Se insulta u ofende así al viejo que no siendo consciente de sus años anda ocupado en asuntos e intereses de la juventud, recordándosele su situación real. Es voz procedente del término "cellenco": achacoso, decrépito". Cree Corominas que el vocablo se entrecruzó con otra voz muy despectiva: sellenca = puta vieja que espera paciente a los clientes sentada a la puerta del burdel; la voz "sellenca" se mezclaría a su vez semánticamente con la palabra catalana "sullar se" = cagarse encima. Como se ve, el campo semántico está suficientemente cargado como para que de él salga un tipo ridículo y repulsivo. Por extensión, se aplica el término cualquier vieja de aspecto despreciable. Es insulto muy denigrante. Quevedo no podía pasarlo por alto, y es uno de los primeros escritores castellanos que lo utilizan en los primeros lustros del siglo XVII."

El Libro de los Insultos. P. Celdrán
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
Adefesio. Este insulto, a pesar de los años, ha sobrevivido hasta nuestros días. Según Celdrán Adefesio equivale a:

"Persona ridícula, que va extravagantemente vestida; también, sujeto que se permite dar consejos, hablando sin ton ni son, y sin que nadie le haya pedido parecer, siendo sus consejos descabellados y fuera de lógica; que va hecho una facha. Por lo general se admite como etimología el sintagma latino ad
Ephesios, alusivo a la epístola paulina a los ciudadanos de aquella ciudad del Asia Menor. No hay dificultad en eso, pero sí en el significado y porqué de la frase. En el Viaje de Turquía, su probable autor Cristóbal de Villalón, (mediados del siglo XVI) emplea así el término: "Para mi tengo, (Pedro) que eso es hablar ad efesios, que ni se ha de hacer nada deso, ni habéis de ser oydos".
Ese es su uso más corriente en los siglos XVI y XVII, en los que "hablar adefesios" es tanto como hablar por hablar, decir tonterías, o sacar la lengua de paseo sin ton ni son. Juan Valera, en su novela Pepita Jiménez, (segunda mitad del siglo XIX) da este otro uso al término: "Pues qué, me digo: ¿soy tan
adefesio para que mi padre no tema que, a pesar de mi supuesta santidad (...) no pueda yo enamorar, sin
querer, a Pepita?"... ... (ver texto completo)