Durante el último tercio del siglo XIX siguieron operando los obstáculos que habían frenado el desarrollo de una economía moderna durante la época isabelina: limitada capitalización, suplida por inversiones extranjeras; falta de tecnología propia; escasez de fuentes de energía y crecimiento retardado del comercio interior.
Agricultura
La agricultura continuó siendo la base de la economía, ya que en 1900 el valor de la producción agraria representaba un tercio de la renta nacional. El minifundio de Galicia y otras zonas del norte, con una producción regresiva, contrastaba con las grandes zonas de latifundio de La Mancha, Extremadura y Andalucía, incapaces de modernizarse y con una numerosa clase obrera en situación miserable. Solo la propiedad media y los arrendamientos a largo plazo posibilitaron una agricultura competitiva y un equilibrio social entre los campesinos de Levante y Cataluña.
El área del trigo disminuyó desde 1870, aunque aumentó su rendimiento por hectárea. La producción, suficiente hasta 1881, invirtió su signo ese año causando hambres y depresiones (1881-1885). El avance de la vid, coincidente con la filoxera en Francia, explica el monopolio español en el comercio mundial del vino entre 1882 y 1892, año en que llegó a España la filoxera. El olivo alcanzó su máxima extensión, impulsado por la demanda exterior. El incremento del regadío y los frutales colocó a la fachada mediterránea en un lugar destacado de la economía nacional.
Saber más: Las Cajas de Ahorros Minería
La minería tradicional (Almadén, Riotinto) siguió en manos de empresas extranjeras. La nueva minería -hierro vizcaíno, carbón asturiano- contó ya con importantes inversiones españolas. La producción de carbón adquirió relevancia entre 1891 y 1900 y también se incrementó la de hierro, de cuya producción se exportaba más del 85 %, muestra evidente de la debilidad industrial española.
Industria
Cataluña concentró la industria textil algodonera e impuso su iniciativa en la de la lana, lo que generó la expansión industrial de la región.
Vizcaya se convirtió en el segundo foco industrial, al concentrar la siderurgia. El fuerte desarrollo fue posible por la inversión de los beneficios obtenidos en la exportación del hierro y por el nacimiento de activas empresas -Echevarría, Basconia, Altos Hornos de Vizcaya- entre 1878 y 1902.
Comercio
En el comercio exterior, las importaciones revelan los primeros progresos de la industria nacional, mientras que las exportaciones siguieron siendo las propias de un país no desarrollado. La política librecambista anterior quedó frenada adoptándose, con el arancel de 1891, un proteccionismo que llevó a la autarquía. La economía española quedó así supeditada a la capacidad del mercado interior, que estaba muy debilitado.
Agricultura
La agricultura continuó siendo la base de la economía, ya que en 1900 el valor de la producción agraria representaba un tercio de la renta nacional. El minifundio de Galicia y otras zonas del norte, con una producción regresiva, contrastaba con las grandes zonas de latifundio de La Mancha, Extremadura y Andalucía, incapaces de modernizarse y con una numerosa clase obrera en situación miserable. Solo la propiedad media y los arrendamientos a largo plazo posibilitaron una agricultura competitiva y un equilibrio social entre los campesinos de Levante y Cataluña.
El área del trigo disminuyó desde 1870, aunque aumentó su rendimiento por hectárea. La producción, suficiente hasta 1881, invirtió su signo ese año causando hambres y depresiones (1881-1885). El avance de la vid, coincidente con la filoxera en Francia, explica el monopolio español en el comercio mundial del vino entre 1882 y 1892, año en que llegó a España la filoxera. El olivo alcanzó su máxima extensión, impulsado por la demanda exterior. El incremento del regadío y los frutales colocó a la fachada mediterránea en un lugar destacado de la economía nacional.
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La minería tradicional (Almadén, Riotinto) siguió en manos de empresas extranjeras. La nueva minería -hierro vizcaíno, carbón asturiano- contó ya con importantes inversiones españolas. La producción de carbón adquirió relevancia entre 1891 y 1900 y también se incrementó la de hierro, de cuya producción se exportaba más del 85 %, muestra evidente de la debilidad industrial española.
Industria
Cataluña concentró la industria textil algodonera e impuso su iniciativa en la de la lana, lo que generó la expansión industrial de la región.
Vizcaya se convirtió en el segundo foco industrial, al concentrar la siderurgia. El fuerte desarrollo fue posible por la inversión de los beneficios obtenidos en la exportación del hierro y por el nacimiento de activas empresas -Echevarría, Basconia, Altos Hornos de Vizcaya- entre 1878 y 1902.
Comercio
En el comercio exterior, las importaciones revelan los primeros progresos de la industria nacional, mientras que las exportaciones siguieron siendo las propias de un país no desarrollado. La política librecambista anterior quedó frenada adoptándose, con el arancel de 1891, un proteccionismo que llevó a la autarquía. La economía española quedó así supeditada a la capacidad del mercado interior, que estaba muy debilitado.