El reloj de la plaza, ALCONCHEL DE LA ESTRELLA

- ¡Fue una suerte que el gigante no tuviera una mujer tan inteligente como la mía!



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Y cada vez que la contaba, el campesino decía:
Desde ese día no apareció más por allí y durante muchos años la pareja de campesino les contó a sus hijos y nietos la historia del gigante de cabellos largos.
A cada momento debía pararse a afilar la guadaña y cuando se dio cuenta de que el campesino había terminado, mientras que él solo estaba empezando, montó en colera y se marchó maldiciendo a los hombres, que en vez de aire respiran engaños y en lugar de pan comen mentiras.
- ¡Esta cebada parece de hierro!