ALCONCHEL DE LA ESTRELLA (Cuenca)

El reloj de la plaza
Foto enviada por cuenka

- ¡Fue una suerte que el gigante no tuviera una mujer tan inteligente como la mía!



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Y cada vez que la contaba, el campesino decía:
Desde ese día no apareció más por allí y durante muchos años la pareja de campesino les contó a sus hijos y nietos la historia del gigante de cabellos largos.
A cada momento debía pararse a afilar la guadaña y cuando se dio cuenta de que el campesino había terminado, mientras que él solo estaba empezando, montó en colera y se marchó maldiciendo a los hombres, que en vez de aire respiran engaños y en lugar de pan comen mentiras.
- ¡Esta cebada parece de hierro!
La pequeña guadaña del campesino subía y bajaba, ligera como el viento, y la campesina se apresuraba a recoger las espigas cortadas y las ataba en gavillas. En cambio, el gigante chorreaba de sudor y murmuraba:
- ¿Estás listo?- preguntó el campesino-. Tú por la derecha y yo por la izquierda. Veremos quíen termina antes- y empezaron a segar.
Cuando llegó la época de la siega, llegó el gigante con una guadaña enorme al hombro y un gran saco para meter la cebada.
-Nos las apañaremos, ya verás-dijo. Siembra sorgo en la mitad derecha del campo y cebada en la mitad izquierda. Las dos plantas se parecen, pero el tallo del sorgo es tan leñoso que es casi imposible romperlo. Cunado el gigante de cabellos largos vuelva, debes arreglártelas para que empiece a segar por la derecha. ¡Te aseguro que tendrá que pararse a afilar la hoja de la guadaña más de una vez.
Pero la campesina tenía en la cabeza más ideas que pelos, y no tardó mucho en encontrar la solución.
- ¡Esta vez no hay salida! Con esos brazos tan largos, segará la cebada en un momento y a nosotros nos quedrán cuatro manojos de espigas.
Desesperado, el campesino se lo contó a su mujer:
-De acuerdo, gusano inmundo, has ganado. Pero ahora lo haremos a mi modo o tendrás problemas. Sembrarás cebada y cuando esté alta, empezaremos a segarla juntos en partes opuestas del campo. Luego cada uno se quedará con los que haya recogido.
-Ni lo sueñes-dijo tranquilamente el campesino-. Un trato es un trato y debe respetarse.
– Maldito seas, me has engañado de nuevo!- vocifero el gigante, pisoteado el suelo de rabia-. ¡Te haré papilla!