ALCONCHEL DE LA ESTRELLA (Cuenca)

La hoguera de San Antón
Foto enviada por eufra7dos@hotmail.com

...
No pudo concluir; había recibido un balazo en el pecho y cayó de bruces murmurando:
-Mi enhorabuena, don Juan...
...
Si el FINAL de la historia o el cuento, no hubiese coincidido con que en la máquina se picaba el último trozo de carne, "el cuentacuentos" la hubiese alargado un poco más con tal de no dejar a las gentes sin entretenimiento mientras "toquiteaban" la carne, pero dado que la historia había llegado a su fin al mismo tiempo que se había dado fin con la carne que se había de picar, el "contador de historias" se despidió de todos los "escuchantes", no sin antes expresarles un efusivo agradecimiento ... (ver texto completo)
...
-Veo- dijo don Juan sonriendo- que vuestro brazo no tiembla.
- ¿Y por qué había de temblar repuso don Juan, cuando en más graves peligros me he visto comprometido?
- ¿En qué vais pensando?
-En doña Ana.
-Yo también.
- ¡Qué ojos tan hermosos los suyos!
- ¡Y qué boca!
- ¿Os habéis fijado en el lunar que tiene en la nuca?
-Mil veces. ... (ver texto completo)
...
No pudo concluir; había recibido un balazo en el pecho y cayó de bruces murmurando:
-Mi enhorabuena, don Juan...
...
Y hablando de esta suerte los dos hidalgos caballeros se dieron las manos en señal de cordial despedida y cogidos del brazo fueron a dar un paseo por las trincheras.
Las balas cruzaban en bandadas, lanzando lúgubres silbidos...
...
-Veo- dijo don Juan sonriendo- que vuestro brazo no tiembla.
- ¿Y por qué había de temblar repuso don Juan, cuando en más graves peligros me he visto comprometido?
- ¿En qué vais pensando?
-En doña Ana.
-Yo también.
- ¡Qué ojos tan hermosos los suyos!
- ¡Y qué boca!
- ¿Os habéis fijado en el lunar que tiene en la nuca?
-Mil veces.
-Por ese lunarcillo, yo se... ... (ver texto completo)
...
Razón tenéis en verdad -repuso don Juan; yo no soy capaz de sacar contra compañeros la espada que me ceñí para combatir al francés; y puesto que el Destino así lo dispone, entreguémonos a merced suya...
...
Y hablando de esta suerte los dos hidalgos caballeros se dieron las manos en señal de cordial despedida y cogidos del brazo fueron a dar un paseo por las trincheras.
Las balas cruzaban en bandadas, lanzando lúgubres silbidos...
...
-No comprendo.
-Es indudable que uno de nosotros sobra aquí, puesto que Ana, no se aviene a repartir su amor entre ambos, ni nosotros por otra parte, habíamos de soportar tan vergonzosa comunidad de caricias. Por eso os propongo un paseo por el sitio más frecuentado por las balas enemigas, y así la suerte decidirá cuál de nosotros ha de acudir a la cita de doña Ana...
...
Razón tenéis en verdad -repuso don Juan; yo no soy capaz de sacar contra compañeros la espada que me ceñí para combatir al francés; y puesto que el Destino así lo dispone, entreguémonos a merced suya...
...
Se fue, y cuando don Fadrique Ponce y don juan salieron de la taberna, eran las cinco de la tarde y el combate llegaba a todo su terrible apogeo.
-En vista de lo dicho por doña Ana- dijo Ponce- ¿No os parece, amigo don Juan, que deberíamos irnos en este momento a dar un paseo por la trinchera?...
...
-No comprendo.
-Es indudable que uno de nosotros sobra aquí, puesto que Ana, no se aviene a repartir su amor entre ambos, ni nosotros por otra parte, habíamos de soportar tan vergonzosa comunidad de caricias. Por eso os propongo un paseo por el sitio más frecuentado por las balas enemigas, y así la suerte decidirá cuál de nosotros ha de acudir a la cita de doña Ana...
...
Las palabras del que explicaba el cuento o la historia, en aquella noche en que después de cenar la ensalada de judias blancas, y "alguna cosilla más" del gorrino recién acabado de morir, salían de su boca como la carne picada del gorrino, salía por "la boca" de la máquina de picar: despacito y sin atascos, que tenían las dos muy buena experiencia, cada una en lo suyo, tras el paso de los años...
...
Se fue, y cuando don Fadrique Ponce y don juan salieron de la taberna, eran las cinco de la tarde y el combate llegaba a todo su terrible apogeo.
-En vista de lo dicho por doña Ana- dijo Ponce- ¿No os parece, amigo don Juan, que deberíamos irnos en este momento a dar un paseo por la trinchera?...
...
Hubo un momento en que los tres discutieron acaloradamente, reclamando ellos una respuesta categórica y defendiéndose ella con circunloquios y dulces promesas. Al fin, viéndose estrechada por todas partes, dijo:
-Esta noche, al primer toque de oraciones, estaré aquí, y para el primero de vosotros que acuda a la cita, será mi amor.
Y así fue...
...
Las palabras del que explicaba el cuento o la historia, en aquella noche en que después de cenar la ensalada de judias blancas, y "alguna cosilla más" del gorrino recién acabado de morir, salían de su boca como la carne picada del gorrino, salía por "la boca" de la máquina de picar: despacito y sin atascos, que tenían las dos muy buena experiencia, cada una en lo suyo, tras el paso de los años...
...
Ella se había levantado como queriendo escapar, pero Ponce se levantó también y cogiéndola por una mano le dijo:
-No saldréis de aquí sin responder- dijo:- escoged a uno de nosotros por caballero, y así el desde ñado podrá acudir al combate en busca de la muerte, supremo alivio de todo dolor.
- ¡Oh! me ponéis en un terrible compromiso, puesto que los dos habéis sabido conquistar mi corazón de igual manera...
...
Hubo un momento en que los tres discutieron acaloradamente, reclamando ellos una respuesta categórica y defendiéndose ella con circunloquios y dulces promesas. Al fin, viéndose estrechada por todas partes, dijo:
-Esta noche, al primer toque de oraciones, estaré aquí, y para el primero de vosotros que acuda a la cita, será mi amor.
Y así fue...
...
-Y bien- preguntó por fin,- ¿qué queréis de mí?
-Exigimos y esperamos que vos -repuso don Fadrique Ponce gravemente- que os decidáis por uno de nosotros, ya que a los dos nos habéis hecho concebir idénticas halagüeñas esperanzas; escoged, pues, señora, y acabe aquí nuestro sufrimiento...
...
Ella se había levantado como queriendo escapar, pero Ponce se levantó también y cogiéndola por una mano le dijo:
-No saldréis de aquí sin responder- dijo:- escoged a uno de nosotros por caballero, y así el desde ñado podrá acudir al combate en busca de la muerte, supremo alivio de todo dolor.
- ¡Oh! me ponéis en un terrible compromiso, puesto que los dos habéis sabido conquistar mi corazón de igual manera...
...
Ella reía, mostrando su blanca y fuerte dentadura, gozándose en las torturas producidas por aquel vehemente deseo represado, cuya verdad sabía, y ufanándose de ser virtuosa con aquellos, ya que la ocasión la obligó a ser frágil con tantos otros...
...
-Y bien- preguntó por fin,- ¿qué queréis de mí?
-Exigimos y esperamos que vos -repuso don Fadrique Ponce gravemente- que os decidáis por uno de nosotros, ya que a los dos nos habéis hecho concebir idénticas halagüeñas esperanzas; escoged, pues, señora, y acabe aquí nuestro sufrimiento...
...
Allí, en efecto, por la orientación sin duda de la casa, el fragor de la pelea era más intenso. Los dos se sentaron junto a una mesa y doña Ana la tabernera, entre ellos.
- ¿De qué hablabais?- preguntó.
-De vos-
¡De mi!...
-Sí... ¿de quién si no de vos misma, de vuestro donaire y maldades pueden hablar los que tuvieron, la corta suerte de veros, y quien dijo de veros, dijo de amaros?...
...
Ella reía, mostrando su blanca y fuerte dentadura, gozándose en las torturas producidas por aquel vehemente deseo represado, cuya verdad sabía, y ufanándose de ser virtuosa con aquellos, ya que la ocasión la obligó a ser frágil con tantos otros...
...
-Pues ya véis- replicó don Juan- Cuán difícil es prever quién de nosotros será preferido y cuál desdeñado.

Y en estas estaban, -dijo el que explicaba la historia, mientras removía un poco el culo en el posete donde se sentaba-, cuando doña Ana apareció. Era una mocetona como de treinta años, lata y gruesa, con los ojos muy negros, la boca muy fresca y ese color mate tan peculiar de las mujeres napolitanas.

-Venid, señores- gritó desde la puerta; -venid pasemos a esta habitación contigua; ... (ver texto completo)
...
Allí, en efecto, por la orientación sin duda de la casa, el fragor de la pelea era más intenso. Los dos se sentaron junto a una mesa y doña Ana la tabernera, entre ellos.
- ¿De qué hablabais?- preguntó.
-De vos-
¡De mi!...
-Sí... ¿de quién si no de vos misma, de vuestro donaire y maldades pueden hablar los que tuvieron, la corta suerte de veros, y quien dijo de veros, dijo de amaros?...
...
Al oír aquella contestación tan franca, tan categórica, -prosiguió diciendo el que contaba la historia, que había parado un momento para "aclarase el gaznate"-, las pálidas mejillas de don Juan se colorearon.

- ¿Decís verdad, Ponce?
-Digo verdad- repuso don Fadrique- y que me maten sin confensión y por la espalda si acaso pongo en mis palabras un sólo ápice de mala fe...
...
-Pues ya véis- replicó don Juan- Cuán difícil es prever quién de nosotros será preferido y cuál desdeñado.

Y en estas estaban, -dijo el que explicaba la historia, mientras removía un poco el culo en el posete donde se sentaba-, cuando doña Ana apareció. Era una mocetona como de treinta años, lata y gruesa, con los ojos muy negros, la boca muy fresca y ese color mate tan peculiar de las mujeres napolitanas.

-Venid, señores- gritó desde la puerta; -venid pasemos a esta habitación contigua; ... (ver texto completo)
...
Pasados algunos momentos de silencio, don Fadrique Ponce continuó:
-Hablad por vida vuestra, don Juan, y decidme lo que vos mismo pensáis de doña Ana, y del lugar que, a vuestro juicio, ocupa en su corazón cada uno de nosotros.
A lo que don Juan repuso:
-Ni yo lo sé, ni creo que podamos averiguarlo nunca. A mí me quiere...
-A mí también.
-A mí me hizo promesas deliciosas y aun me otorgó favores que, magüer pequeños, indecen a esperar otros mayores.
-Idénticas condescendencias y taimería ... (ver texto completo)
...
Al oír aquella contestación tan franca, tan categórica, -prosiguió diciendo el que contaba la historia, que había parado un momento para "aclarase el gaznate"-, las pálidas mejillas de don Juan se colorearon.

- ¿Decís verdad, Ponce?
-Digo verdad- repuso don Fadrique- y que me maten sin confensión y por la espalda si acaso pongo en mis palabras un sólo ápice de mala fe...


Llama al 654 409 325, ofertas especiales para Pueblos de España