Un día en que Juan volvía del África con 120 prisioneros cristianos que había libertado de la esclavitud de los musulmanes, un grupo de piratas mahometanos asaltó su
barco, destruyó el timón y rasgó las velas (telas por las cuales el viento empujaba la
embarcación). Los pasajeros creyeron que iban a naufragar en el
mar, pero el
santo hizo unas nuevas velas uniendo los
mantos de todos ellos, y se puso a rezar, y así sin timón, pero lleno de confianza en Dios, y suplicando que Nuestro Señor hiciera
... (ver texto completo)