Rara vez un matrimonio así combinado tiene éxito; pero el de Francisca lo tuvo. La
joven esposa, sólo tenía trece años, se fue a vivir a
casa del marido, Lorenzo de Ponziani, también rico y noble como ella. Con sencillez aceptó los grandes dones de la vida, el amor del esposo, sus títulos de nobleza, sus riquezas, los tres hijos que tuvo a quienes amó tiernamente y dedicó todos sus cuidados; y con la misma sencillez y firmeza aceptó quedar privada de ellos.