En tiempos pasados (siglos XVII al XX) hubo en este
pueblo de
PIMIANGO muchos zapateros, particularmente ambulantes, que se distribuyeron por varias provincias, o comunidades que se dice hoy. Ejercían el oficio de reparación de calzados simplemente, o la confección nueva los más expertos; así como labores de guarnicionería con el macuto al hombro y pregonando el oficio, por lo que siempre se exageraba tildándonos a casi todos de zapateros. Había, sí, como un cuarenta por ciento de la
población que salían todos los años a la costera, principalmente por las zonas asturianas, vascas, leonesas y cántabras, pateando durante gran parte del año. Los más expertos en el oficio, trabajadores y honrados, se asentaban en lugares donde reunían gran clientela llegando a casarse y fijar totalmente su residencia. Es de anotar que Pimiango, su extensión territorial, era grande y variada. Aquí había terrenos llanos con orientación a todos los vientos, erías,
caseríos tanto al medio día como en el norte, ricos y variados. Hoy las cosas han cambiado completamente, abundando las plantaciones de eucaliptos y praderías si bien llanas y productivas, apenas cultivadas de maíz, alubías, patatas, etcétera, como antiguamente.
Aquí se establecían
familias extremadamente pobres, tanto en las Bajuras del medio día como en el casco urbano. (Haedín,
Barrio de la Pelleja, etcétera). Esto era como una oficina de colocación, pues salían de ayudantes los varones, tanto mayores como niños, ayudando a los zapateros a colaborar en el oficio de los zapatos y a dormir por cualquier
pajar o portal que encontraban. Pero siempre sacaban un pedazo de
pan para sostenerse y un
rincón para descansar.
Y volviendo al principio podemos añadir que también en nuestras Bajuras nombraban una
familia de CALDEREROS, aunque éstos fueran más bien de apodo que de oficio. El caso es que decíamos: Fulano el calderero, aunque no supiera tapar un simple agujero a una caldera o sartén.
Mi curiosidad primero, y la colaboración del Párroco de
Mirando de Avilés don José Manuel Feito después, nos hizo desvelar el porqué de llamar caldereros a cierta familia, primero avecindada y luego nacida en este pueblo. Y llegamos a la conclusión que aquí llegó a trabajar como peón, o algo parecido, un
joven llamado JOSÉ
ANTONIO GARCÍA GARCÍA, que nació el 5 de septiembre de 1836 en Miranda de Avilés. Como aquí todos éramos conocidos como zapateros, al llegar un muchacho procedente de la patria de los Caldereros le quedaba el apodo correspondiente. Y vino a El Molledal; un
caserío situando en el
centro, más o menos, de nuestras conocidas BAJURAS, propiedad en aquellos tiempos de los señores
Colombres, del
Palacio de Pimiango. Y sacamos la conclusión que, como los zapateros de Pimiango pateaban bien la provincia, quizá informasen en Miranda de Avilés la falta de personal para atender la
finca mencionada. Y dicho José García aquí se casó, tuvo su descendencia y auque unos fueron zapateros, otros labradores, etcétera, el mote de caldereros (hoy desaparecido) se usaba mucho. Yo conocí a varios descendientes de José García, entre los cuales el apodo de calderero se sostuvo hasta su muerte. Y su madre (la esposa de José García) siempre se llamó
María la calderera. Era apellidada
Noriega del Cueto y natural de la cercana
localidad de
Tresgrandas.
EL MOLLEDAL era uno de los caseríos importantes del Palacio (la
casa fuerte de los Colombres) que citara el Académico y Párroco de Colombres y su Filial Pimiango don José F. Menéndez en su obra LA
CUEVA DEL PINDAL Y SUS PINTURAS RUPESTRES.