Aparte de lo anterior.
Tema polémico. Hoy hablaré de hombres y mujeres.
Y de que son diferentes. Muy diferentes.
¿Y? Oh.
Para algunos habría, primero, que definir qué es un hombre y que es una mujer. Tema que podría ser peliagudo, pero aquí lo voy a dar por hecho.
Sigamos.
Mas allá de lo genital creo que la gran diferencia entre hombres y mujeres es la siguiente:
Los hombres necesitamos sentirnos útiles y las mujeres escuchadas.
El problema es que a las mujeres solo se las escucha se hacen lo que deben y a los hombres que no son útiles se les desprecia.
Este neofeminismo de decimoquinta ola (a saber) en el que vivimos me da la sensación, Dios me libre si me equivoco, de que es una pataleta organizada para desahogar la frustración de no tener nada que ofrecer.
Como el incelismo, ese fenómeno misógino que inunda Internet en el que que jóvenes que no tienen sexo culpan de ello a las mujeres tachándolas de interesadas y promiscuas—promiscuas pero no con ellos, ojo—. Y han construido un espejismo teórico que esconde la frustración del que no tiene nada que ofrecer.
Con el socialismo pasa lo mismo.
Cuando las personas se dan cuenta de que si dejan de atraer sexualmente ya no tienen más que ofrecer vienen los llantos. Y empiezan la necesidad de regular las cosas. De que papá Estado nos ayude.
Y es que, como bien lo e4xplican los escritores que saben cómo funciona las cosas, el mundo no deja de moverse por dos factores: dinero y sexo. Y la muerte siempre como telón de fondo.
El Estado ya ha dejado el mercado del dinero completamente a su merced.
Toca el sexo.
Movimientos feministas e incelistas buscan regular el mercado del deseo. Si alguien no se siente deseado por mí, ese alguien tiene un problema.
Que como postura individualista está muy bien, pero cuando pasa de modo general, es decir, nadie te desea, ojo, amigo, date cuenta.
Que las feministas juzguen a lasa mujeres que tienen éxito en el mercado efectivo-sexual-económico, y que castiguen al hombre inmisericordemente tachándole de violador si es un seductor o dde «virgen»—en la forma más extrema y peyorativa posible se le califica así, precisamente porque ser virgen en un hombre es ser inútil social —y que los «incel» hagan el mismo juego supone una cosa muy curiosa.
Movimientos supuestamente opuestos con el nexo común que ya expliqué antes: los hombres necesitamos sentirnos útiles y las mujeres escuchadas.
Pero hay millones de unos y otros subseres confundidos dando vueltas por la vida como putas hormigas y dando por c...
Ambos movimientos piden que el Estado ponga coto a las personas de éxito, porque darse cuenta de que ya no tienes nada que aportar al mundo, ni siquiera deseo, es duru, muy duru.
Por eso triunfó el marxismo y lo sigue haciendo. Está sustentado por una sólida y gruesa lámina de envidia y frustración.
Por eso los movimientos sociales que nos enmascaran la verdad, como el feminismo o el cielismo, para victimizarnos eternamente —y de paso conseguir subvenciones—, siempre tendría cabida.
Por eso, nos gusta más un papa que odie la Teología especulativa — que es complicada— y disfraza la Iglesia como una especie de ONG supranacional que uno que hable de Dios de vez en cuando, por lo menos. Porque para entender algo hay que esforzarse y tendemos a creer que afiliándonos a algún partido político o algún movimiento podremos paliar los llantos de que ya no atraemos, de que hasta el estudio de Dios nos viene grande.
A unos y a otros la ideología estatalista les ha metido en la cabeza que su vida es triste porque no se han desecho del todo de sus motivaciones más básicas y naturales.
Son los neopuritanos, todo con afán regulatorio y confiscatorio. Eso es así.
Así nacen los partidos políticos modernos; de la frustración y de la envidia.
Se dice y no pasa nada.
Hasta la próxima, amigas y amigos del Foro.
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