En un rincón olvidado de Lagos, Nigeria, vivía un niño llamado Tunde. Tenía diez años, ojos enormes que parecían absorberlo todo, y un par de sandalias remendadas que apenas sostenían sus pasos. Cada mañana, mientras sus vecinos corrían al colegio con mochilas coloridas, él caminaba en dirección opuesta: al vertedero.
Allí buscaba papel, cartón, latas… cualquier cosa que su madre pudiera vender para poder cocinar algo caliente. Pero Tunde tenía una manía extraña. No buscaba solo basura útil. Buscaba ... (ver texto completo)
Allí buscaba papel, cartón, latas… cualquier cosa que su madre pudiera vender para poder cocinar algo caliente. Pero Tunde tenía una manía extraña. No buscaba solo basura útil. Buscaba ... (ver texto completo)