Queridos hermanos de la Hermandad madrileña de la
Virgen de la Cinta. Con espíritu romero hemos acudido a este lugar para venerar a la Madre de Dios, siguiendo una
tradición ya bien arraigada de los onubenses residentes en la capital de
España. Han pasado ya algunos años -¿muchos? ¿pocos?, los que sean- en que íbamos al Conquero, por los cabezos, sintiendo quizás el aire fresco de la cercana marisma del Odiel, para poner a los pies de nuestra Madre, allá, en su
Santuario, nuestra ofrenda de amor.
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