En la parte izda. Del
puente, solíamos sentarnos, mi amado y servidora. Tiempos
felices, nada comparados a los doce últimos años, la dicha estaba en el aire, la mano del amado sigue estando en cada
rincón de esta nuestra humilde y a la vez maravillosa
casa, recuerdo la tarde que me llamó por teléfono (Terminaba de venir de
Granada, fui a examinarme del Graduado) lo primero que escuché, fue el tintinear de las llaves, su voz emocionada, como dos tontos, no echamos a llorar, valía la pena, (23 de setiembre
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