En un
pueblo a las afueras de Nara, los monjes del
monasterio Hōgetsu ayudaban cada
invierno a los campesinos que sufrían hambre y frío. Entre los discípulos se encontraba Jun, un
joven de corazón inquieto que prefería pasar largas horas meditando en su celda antes que salir a repartir arroz.
Un día, el maestro Shunryu lo llamó.
—Jun —dijo con voz serena—, mañana iremos al pueblo. Te unirás a nosotros.
El joven bajó la cabeza, incómodo.
—Maestro, no me siento preparado. Mi
camino es interior.
... (ver texto completo)