EL
MOLINO DE
SANTA CRUZ
Una de las
curiosidades históricas de Santa Cruz, es su término
municipal, que permanece prácticamente invariable desde la época de la conquista, así como el minifundismo que lo caracteriza, en contra del latifundismo que le rodea. De igual forma, sabemos que en los primeros años de su existencia, existía un molino (posiblemente harinero) y del cual, hoy, no se tienen otras
noticias. Se puede saber de este molino (situado en uno de los extremos de su término, a orillas del
guadajoz), por el testamento otorgado por don Luis Fernández de
Córdoba Benavides y Dávalos, IV Señor de Guadalcázar, Santa Cruz, y Duernas, el 5 de diciembre de 1478 ante el escribano
Pedro Hernández de Herrera, en el que se refleja que, Santa Cruz, permaneció dentro del mayorazgo creado por su antecesor en 1409 y en el que, como
curiosidad, no hace mención de Duernas, aunque, como se sabe por otros documentos seguía perteneciéndole:
“Por ende, sepan cuantos esta carta de testamento vieren como yo, don Luis, señor de Guadalcázar y Santa Cruz e hijo legítimo del honrado y noble caballero García Fernández, […] Y otrosí por esta carta de mi testamento doy por libre y por quito a
Antonio de Córdoba, mi criado, de todas las costas que por mí y en mi nombre recaudó y recibió y cobró en el mi lugar de Santa Cruz en todo el tiempo pasado hasta hoy dicho día [....] mando que den de mis bienes a doña Aldonza de Benavides, mi se¬ñora
madre, en cada un ano de los días de su vida de ella, veinte cahíces de
pan, los diez cahíces de trigo y los otros diez cahíces de cebada, los cuales dichos veinte cahíces de pan mando que le sean dados a la dicha mi
señora madre de cada un ano de los dichos días de su vida, en esta manera: los dichos diez cahíces de tri¬go, que le sean dados del trigo demás que las de la renta de los
molinos de pan moler que yo tengo en el dicho mi lugar de Santa Cruz y los otros dichos diez cahíces de cebada que le sean dados de la mejor renta de cebada que las tierras del dicho mi lugar de Santa Cruz rentaren.”
El hecho curioso de este testamento es la mención expresa a unos “molinos de pan moler que yo tengo en el dicho mi lugar de Santa Cruz” y de los que nada queda, aunque, por las indagaciones que he podido realizar, siguiendo el lenguaje de la tierra y de las
aguas, este molino, debió andar, en tiempos, al pie del que hoy llaman “Cerro de las Seis Sendas”. Casi 300 años después, según la contestación a la pregunta décimo séptima del Catastro de Ensenada, que trababa sobre
minas, salinas, molinos y otros "artefactos", los encuestados contestaron “que en el término se esta
villa no hai minas, salinas, molinos arineros, de papel, batanes ni otros artefactos de los que contiene la pregunta.” Este desconocido molino es también citado por Enrique Garramiola Prieto, cuando hace referencia a las vicisitudes económicas del marquesado de Priego y las consecuencias de los pleitos interpuestos por los descendientes de Lope Gutiérrez, sobre la
compra de Duernas y Santa Cruz: “Catalina Fernández de Córdoba y Enríquez de
Luna, casada en 1518 con Lorenzo Suárez de Figueroa, tercer
conde de
Feria, y viuda en 1528, igualmente hubo de comprometerse en 1532 al pago de 8.000 ducados para eludir la querella que le había incoado otro de los descendientes del señor de Guadalcázar arrastrada de sus
antepasados, por aquella ilegítima adquisición de la
torre y
cortijo de Duernas, el molino y salinas de Santa Cruz, y los cortijos de la Serrezuela y el Alcaparro.” aunque aquí vuelve a producirse una nueva disquisición, ya que, a Santa Cruz, no se le conoce salina alguna, debiendo de referirse a las salinas de Duernas.
No existen citas de ninguna clase que haga referencia a la existencia de molinos en Santa Cruz posteriormente, por lo que debe entenderse que, éste, desapareció con anterioridad al año 1753, fecha de la
encuesta del Catastro de Ensenada. Sin embargo, en el argot popular, aún hoy se cita un
camino que lleva desde el
caserío a los sotos del Guadajoz, a la parte donde este se estrecha debido a la orografía del
terreno y que según me refiere José
Rafael Pérez Camacho, vicepresidente de la Asociación Cultural
Amigos de
Ategua, vienen a llamar “del Tarajal” y “del Sotolino”. La
economía del lenguaje, que siempre juega malas pasadas al buscar nombres antiguos, ha convertido “Soto del Molino”, en “Sotolino”, recordándonos que se trata de un camino que
antiguamente llevaba al molino posiblemente harinero, y que bien pudiera ser aquel al que hacía referencia en su testamento el IV Señor de Guadalcázar. A pesar de ello, debo decir, que otra interpretación del referido nombre, es que proviene de las antiguas plantaciones de lino, que en otros tiempos existieron en los sotos, por lo que “Camino del Sotolino”, pudiera ser la simplificación de “Camino del Soto del Lino”, pero no por ello deja de ser verosímil la primera.
La segunda cuestión que indica la posibilidad de que en esta zona del
río existiera un molino, es precisamente su idoneidad, con un estrechamiento que provoca el aumento de la corriente del
agua y
mayor profundidad. Revisando el plano catastral actual y comparando con los escasos croquis que existen de épocas anteriores se puede intuir que no existen cambios apreciables y que, al sur, en la zona del estrechamiento del río, el polígono 110 del Catastro actual, cruza el río y recorta una pequeña zona en la otra ribera que,
vista vía satélite, es incluso de diferente
color a la zonas que la rodean. Tantos indicios me llevaron a la búsqueda, en el referido sitio, de alguna evidencia que desvelara la sospecha, lo que así fue y allí se hallan sepultados los huesos de estos “molinos de pan moler” de los que don Luis Fernández de Córdoba Benavides y Dávalos dijera “que yo tengo en el dicho mi lugar de Santa Cruz”