Uno de los muchos hórreos que se ubican en este pueblo.

Los hórreos mantienen su función original como almacenes de maíz en la mayor parte de las localidades y, en algunos caso como en Combarro, también como secadores de pescado; por el número de los existentes en esta población, podemos afirmar que conforman uno de los conjuntos de este tipo de construcciones más impresionantes de Galicia.

En el núcleo urbano podemos encontrar los cruceiros, hasta un total de ocho -algunos del s. XVIII, como lo de San Roque, situado en el atrio de la iglesia parroquial barroca del mismo nombre- que ocupan los cruces de calles o las pequeñas placitas que se abren en el interior del núcleo habitado.

Qué bien han sabido conservar el patrimonio en este pueblo; aunque hoy ya no tengan la utilidad del pasados, ahí permanecen como testigos de una época en la que guardar el grano lejos de los roedores y preservado de la humedad del lugar era fundamental.

Pueblo bonito, construido de dura piedra granítica y resaltado de tanto en tanto por bellas plantas con preciosas flores que los humanos ponen en pequeños jardines o en macetas colgadas en los balcones. Un paseo por sus calles sosegada y tranquilamente, invita a pensar.

Pueblo precioso, con un buen número de hermosos hórreos; dicen, que el pueblo donde más hay. Están impecables, como esperando revista; la piedra y madera combinan a la perfección con la ría y el resto del pueblo. Es una gozada pasar una jornada en esta localidad, recorrer sus rincones, admirar el tipismo de su arquitectura y sentarse en alguno de sus bares a tomar una copa de buen vino de la tierra con los productos de la ría.