Cuando me disponia a abrir la puerta escuche conversar a dos periodistas, uno de ellos era Oliveros, la dimision esta cantada, le decia a su compañero, me acabo de enterar de que Benjumea parte mañana a primera hora para MadriD, pero el no sera el elegido, se habla de Damaso Berenguer, es un hombre culto y equilibrado, pero no deja de ser un palatino de ideas anacronicas. El compañero de Olivares decia, por fin se termina la pesadilla, se abriran las fronteras al regreso de los expatriados, se abriran
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El alcohol habia hecho mella en el caracter de algunos comensales, a unos les habia ahogado la tristeza y les habia privado de ese sentimiento o estimacion de la propia dignidad que se suele llamar vergüenza, y por eso expresaban regocijos excesivos o a destiempo y componian muecas en los rostros arrebolados para producir estruendos primitivos, a otros el alcohol les habia robado el silencio y no solo emitian de forma alterna sonidos guturales que formaban palabras gruesas sino que andaban flotando en un discurso inacabable en el cual las frases se arracimaban unas a las otras con la ayuda de babas y suspiros, y tambien habia a quienes la circunstancia de haber bebido en exceso no solo les habia afanado la vergüenza y la tristeza y el silencio, tambien se habia apoderado de su soledad y con ella se habia ido la templanza y la adulacion y los ruegos y los temores y los fingimientos, porque quien pierde la referencia de la soledad ya no posee la defensa de creerse recien llegado a este mundo, ya se cree parte sustancial de este mundo e intenta hacerlo girar, al mundo, con la palanca de su soberbia, y por eso andaban algunos derrocando todas las monarquias de la tierra o fundando las dictaduras mas cruentas, firmando penas de muerte o impartiendo lecciones al mimisimo Dios, enamorando a la mas hermosa de las hijas de Eva o dictando leyes inapelables sobre el ordenamiento natural de los sexos, pero bien es verdad que a todos ellos, aunque el alcohol fuera capaz de privarlos de la tristeza, la vergüenza, el silencio y la soledad, por este orden, nunca conseguiria redimirlos del peso de ciertos recuerdos, porque no hay alcohol suficiente sobre la tierra para anegar la memoria, asi me lo habia transmitido en no pocas ocasiones mi abuelo Cosme, quien andaba en ese intento del olvido colectivo desde hacia años, y cuanto mas alcohol se ingeria para olvidar mas imposible resultaba el olvido y mas desnudos se quedaban los recuerdos, y, de esta manera, lo que en el momento previo a la embriaguez solo habian sido representaciones figurativas, presencias mas o menos molestas de imagenes en la mente, adquirian con ciertas dosis de alcohol naturaleza fisica, y asi los recuerdos se materializaban por el poder de la desinhibicion implacable, ya no eran reverberaciones esporadicas del animo, sino pajaros desorientados y molestos que se estrellaban como pedruscos contra las paredes y rompian los cristales de las ventanas y resucitaban a los muertos, los cuales caminaban luciendo su engreimiento por encima de las mesas, y mostraban sin reparo y a gritos su descontento y dejaban sobre el azumbrado todas las culpas, las viejas y las de nueva crianza, con lo cual, en esa carrera frenetica de alcohol, la meta era el principio de los mas expuestos caminos, y esto, como ya dije, lo habia aprendido de mi abuelo Cosme, que hablaba poco, pero cuando lo hacia, quiza por el hecho de mantener las palabras durante largo tiempo fermentando en la bodega del silencio, sus pensamientos se mostraban diafanos y sus dictamenes precisos y definitivos, el anis no ahoga, solo encharca y destapa las alcantarillas, les decia al cantinero Colino y al ruso Basilio, con quienes se juntaba algunas veces para beber en los bancos de la estacion, y Colino siempre remataba las conversaciones asegurando, vamos a morir de todas formas, y el ruso Basilio solo decia, que bien se esta cuando se esta bien.
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