La vieja llevaba muchos años comulgando todos los dias, hecho que no evitó que en su
casa se cebara la Huestia. Un hijo de cinco años se le murió de garrotillo, bañado en sudor y con un sofoco patético que hizo perder el conocimiento a los monaguillos del cura Lubencio, que esparcieron por el suelo cirios y
santos óleos. A otro hijo, que padecia del mal del aire, se le aplastó el cráneo contra un peñasco, al caerse de un burro, un diecisiete de enero, durante la ofrenda de animales a
San Antón. Tambien
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