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Mensajes enviados por José Mel Z..L.:

Buenas tardes amig@s
Feliz tarde
Un besooooooooooooooooo

Roxana T. E. Beltrán Velásquez

Beso

La palabra beso besa,
besuquea, muerde, acaricia, ... (ver texto completo)
Hola y buenas tardes.
Victoria y Rosas, que esteis pasando un buen dia y un abrazo.
Laureano Bayón (carpintero, tapicero, ebanista y tallador de arcas y escaños) habia entrado aquel día lluvioso del año seis en la casa de la timorata María Gloria para ponerle tapices de cretona a unas sillas antiguas. Ella estaba recogiendo unos granos de maíz desparramados por el suelo. A Laureano se le abotargó el crebro y se le encendieron las intenciones al observar aquel cuerpo inclinado, rebasando con voluptuosa arrogancia el remate de sus propias curvas, estrangulando líneas trazadas con ... (ver texto completo)
-Quizás, Laureano, si me bañara con agua de la fuente de Llama Rubia podria darte un hijo.
Laureano Bayón (carpintero, tapicero, ebanista y tallador de arcas y escaños) habia entrado aquel día lluvioso del año seis en la casa de la timorata María Gloria para ponerle tapices de cretona a unas sillas antiguas. Ella estaba recogiendo unos granos de maíz desparramados por el suelo. A Laureano se le abotargó el crebro y se le encendieron las intenciones al observar aquel cuerpo inclinado, rebasando con voluptuosa arrogancia el remate de sus propias curvas, estrangulando líneas trazadas con ... (ver texto completo)
Miró hacia la casa. En la habitación de Clara había gente. A través de los cristales adivino el perfil de don Jacinto.
Al final del Camino de las Moras, en el pajar de la casa, el carpintero Laureano Bayón y la afable María Gloria, le ponian los cuernos al hombre más grande de Peñafonte, que en aquel momento jugaba al tute en la Posada de Maura. Y esto lo venian haciendo desde el dia de La Huelgona, hacia ya más de veintitrés años, cuando Haroldo y otros mineros bajaron a unirse a la revuelta de los trabajadores de Fábrica contra el Gabinete Negro. (Esto son cosas que ocurren a menudo, que cuando la ocasión llega ... (ver texto completo)
Miró hacia la casa. En la habitación de Clara había gente. A través de los cristales adivino el perfil de don Jacinto.
Juan solto la cabeza bajo el chorro de la fuente y sintió un gélido latigazo atravesarle las sienes.
El destello verdoso de los cocos, surgido de los recodos de piedra, por ente las matas de artales, flameaba en la inquieta oscuridad creando mágicos espacios blancos donde se fundían rojas miradas de alcohol con plateados rayos de luna.
Juan Damasceno, el reciente marido de Clara, el padre del retoño que crecia en las entrañas de Dulce Nombre (que esto lo sabemos nosotros pero no él), el Hospiciano, el minero que sabia latín (y a ver para qué te sirve), el Matamoros valiente que había luchado contra las huestes de Abd-el-Krin, el hombre con paso de niebla y sin ninguna estrella a la vista, mientras caminaba despacio hacia la fuente, sentía el peso de la culpa gravitar sobre su conciencia y no flotaba ya en su ánimo la tristeza sino ... (ver texto completo)
Todavía iba Juan Damasceno, con los ojos aborrachados, por el Camino de la Fuente hacia su casa (que el tiempo, a veces, corre menos de lo que a primera vista parece y hasta es capaz, si es preciso, de estarse quieto).
-Y bajo la sombra de esta higuera jugaban a los cabianes y a zurriágame la melunga los hijois del cura Belarmino, antes de que fuera excomulgado.
-Y con higos agostados de esta higuera se curan la tos y el estreñimiento los rocineros de mal asiento.
-Con leche de esta higuera curaba sus verrugas el padre de Humbertina del Valle, antes de partir para la guerra de Cuba, y ahora lo hace el tío de Maura, León Costales.
La higuera centenaria, La Higuerona, extendia sus hojas acorazonadas, como manos abiertas, desde el arroyo hasta la plaza, por encima de la Ermita.
La brisa removia el musgo de los cascajales del arroyo. Rabiones menudos sal modiaban ancestrales tonadas serenas.
Unos pasos más al norte de la Posada, junto a la higuera centenaria, se alzaba, encogida y vetusta, la Ermita de San Roque. En su interior ardían las candelarias.
A Ceferino también le quitaba el sueño el contorno apretado de Mauricia Costales y se volvia rigoso al verla zarandearse.
Ceferino Garcia Collado, el patiestevado hijo de la partera María Perpetua, era resignado y conformista, lo cual tenía su mérito.
-Me parece, Ceferino, que estás confundiendo el hacer cuchillos con afilarles la hoja.
-Hombre, esas cosas nunca ilusionan, pero se resigna uno. Mi madre se pasó la vida sacándole hijos al mundo, todos bien parecidos, y para uno que trae ella, pues ya veis, en casa del herrero cuchillo de palo.
- ¿Y a ti, Ceferino, no te sienta mal que te digan Malfechu?
Afuera, la noche seguía inseminando la tierra de soledad con infinita resignación. En la caballeriza, las mulas sentían el alivio del vacío sobre sus lomos y se abandonaban al sosiego de la noche con el cuerpo abohetado por el peso de las albardas
-Y tú estás sordo, historiador.
-Tienes música en el cuerpo, posadera.
Efrén Alonso deseaba a Maura cada noche y su imagen lo hacia vibrar bajo las sábanas. Sólo el recuerdo acaramelado de Digna Emerita, con su vestido azul de los domingos, llenaba sus venas de melancolía y evitaba, por el momento, que terminara arruinando ansiedades en los labios más apetecidos de Peñafonte.
Maura sabía que Efrén terminaria cualquier noche revolcándose con ella sobre la cama de níquel.
Si, Dulce, eso es cierto. En sus ojos veo los míos, y se me tambalea la promesa cuando los tengo al alcance.
A ti, Maura, ese Efrén te humedece el cuerpo.
A Mauricia Costales de Caso le pesaba sobremanera la losa de granito de su difunto marido cuando tenía delante los ojos de amanecer de Efrén Alonso.
Mauricia Costales le hizo un quiebro de cintura a Efrén Alonso y éste mordió la luz de los candiles y se tragó, con escozor, la sugerencia.
-Eso no va a evitar que se nos apague la luna.
En las memorias de los hombres que se escalecían en la Posada de Maura las cosas iban perdiendo su nombre (como antes del principio de todos los tiempos).
Estimo que el exito de las mujeres es, de ordinario, una señal de mediocridad.

GUSTAVE FLAUBERT.
Frente a una muchedumbre, los mediocres son los mas elocuentes.

EURIPIDES.
Las verdades importunas no son populares.

ARTHUR CONAN DOYLE.
La mediocridad, posiblemente, consiste en estar delante de la grandeza y no darse cuenta.

GILBERT K. CHESTERTON.
Hay ciertas cosas en las que la mediocridad es intolerable; la poesia, la musica, la pintura, la oratoria.

JEAN DE LA BRUYERE.
Siendo mediocre, pero a fuerza de saber humillarse, se alcanza todo.

PIERRE AGUSTIN DE BEUMARCHAIS.
Doctores son aquellas personas que recetan medicinas, de lo que saben poco, para curar enfermedades que no conocen en personas de las cuales no saben nada.

VOLTAIRE.
Los hombres deben a los medicos enfermedades que aquellos no conocian.

LEONARDO DE VINCI.
Preservar vivo a un hombre en medio de tantos peligros y asechando es casi tan milagroso como crearlo.

JEREMY TAYLOR.
El sueño es la unica medicina efectiva.

SOFOCLES.
Muchas buenas medicinas hay que no pueden aokicarse, por ser los enfermos mal sufridos.

JOAQUIN SETANTI.
No queda al enfermo esperanzas cuando el medico aconseja intemperancia.

LUCIO ANNEO SENECA.
Nada molesta tanto a la curacion como el cambio frecuente de medicinas.

LUCIO ANNEO SENECA.
Parte de la curacion esta en la voluntad de sanar.

LUCIO ANNEO SENECA.
No quiere el enfermo medico elocuente, sino que le sane.

LUCIO ANNEO SENECA.
Soy solamente un medico vulgar y silvestre. Todo lo que quise fue fundar un hospital. Pero los pacientes comenzaron a llegar interminablemente y hubo quienes donaron tierras y otros que quisieron aduyar, de modo que creamos una gran familia.

ALBERT SCHWEITZER.
La mejor medicina es un animo gozoso.

SALOMON.
La templanza y el trabajo son los dos verdaderos medicos del hombre: el trabajo agudiza su apetito, y la templanza le prohibe abusar de el.

JEAN JACQUES ROUSSESU.
La unica parte util de la medicina es la higiene.

JEAN JACQUES ROUSSEAU.
El fracaso de la medicina no es no curar, pues todos vamos a morir, el fracaso de la medicina es no confortar.

JORDI ROCA.