El día que Cortés quemó las naves
3 COMENTARIOS JOSÉ JAVIER ESPARZA
Hernán Cortés tenía al alcance de la mano el mayor imperio que los españoles habían descubierto en las Indias. Pero seguir adelante era tanto como rebelarse contra el gobernador Velázquez, que le había enviado a comerciar, no a conquistar. ¿Cómo convencer a la hueste de que valía la pena afrontar el riesgo?
Hernán Cortés no era sólo un tipo valiente y emprendedor. Era, posiblemente sobre todo, un tipo muy astuto. Sabía bien que tenía por delante un mundo para conquistar. Sabía bien que sus hombres, los poco más de 400 españoles que llevaba consigo, tenían tanta hambre de gloria y oro como él. Y sabía que la mayoría de ellos estaban dispuestos a romper amarras con Cuba y su gobernador a cambio de esa recompensa. No fue él, Hernán, quien dio el primer paso. Hizo que sus hombres lo dieran.
Una confidencia aquí y un comentario allá. Una seducción discreta y eficaz de voluntades. Él no puede rebelarse contra el gobernador Velázquez, pero un levantamiento general de lahueste, en un lugar donde la autoridad tardaría meses en hacerse presente, cambiaba el paisaje de un plumazo. Fueron los más íntimos de Cortés quienes encresparon los ánimos. A finales de abril de 1519, se produce en la hueste un motín que en realidad es una parodia: los capitanes se sublevan y obligan a Cortés a desobedecer las órdenes. Hernán, buen actor, se manifiesta sorprendido y abrumado y pide que le den una noche para pensárselo. Al amanecer qpone sus condiciones: aceptará contravenir las instrucciones del gobernador siempre y cuando sus hombres le nombren capitán general y Justicia. Más aún: exige la quinta parte del botín que la hueste obtenga, una vez descontado el quinto real (la parte correspondiente a la Corona). Y aún más: para formalizar la rebelión y dotarse de protección jurídica, se fundará una población dotada de su propio cabildo. Jurídicamente hablando, lo mismo que había hecho Núñez de Balboa en el Darién.
Esa ciudad fue la Villa Rica de la Veracruz, fundada oficialmente el 10 de julio de 1519 en las playas frente al islote de San Juan de Ulúa. Sus primeros alcaldes serán dos hombres de absoluta fidelidad al jefe: Alonso Hernández de Portocarrero (el que se había llevado de premio a la Malinche) y el salmantino Francisco de Montejo, veterano de Cuba y de la expedición Grijalva, hombre acaudalado y con notables dotes diplomáticas. A partir de ese momento, ya no habrá vuelta atrás. La hueste de Hernán Cortés sólo depende de su jefe. Y para contrarrestar las inevitables maniobras de Velázquez, que tarde o temprano se enterará de lo que está pasando, el conquistador toma una prudente providencia: envía a España a Portocarrero y Montejo con el quinto real para que, a la vista del botín, la Corona le reconozca el título de capitán general. En Veracruz quedan como alcaldes Alonso Dávila y Alonso de Grado. La suerte estaba echada.
Saludos
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