Pero luego en la Galaxia era todo emorable. Bailábamos suelto sin descanso, y cuando algún muchacho nos pedía
baile agarrao, nos mirábamos (Manoli y yo) y nos dábamos el visto bueno, o no, sin palabras y bailábamos, o no, cuando asentíamos, cada vez que en los giros nos encontrábamos la mirada nos sacábamos la lengua, y claro nos reíamos sin ton ni son, con el consiguiente mosqueo de los chiguitos, los cuales más de una vez nos dejaron allí plantadas en medio de la pista (y con razón). Lo que no
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