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DEL BLOG DE IÑAKI ANASAGASTI
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UXUA-UJUE

Por: Xabier de Antoñana

Lunes de Pascua y un sol cegador, se encienden chorros de resplandores sobre Iruñea y uno sale con más ilusión que nunca, mucho antes de que un caballero natural de esta cascada pedregosa de la fortaleza-iglesia románica me hablara de su cuna y los cruceros, “que llegan de los pueblos del contorno, desde Falces, el primero, Peralta y otros, que el término es largo, y se encuentran en la Cruz del “Saludo”, al decir de doña Consuelo, dos kilómetros antes, y ahí empieza el caminar descalzos los penitentes, cruz a cuestas, capucha negra y atuendo talar, traslado al mundo medieval, mundo de tinieblas profundamente religioso, monjes, eremitas y peregrinos, guiados por el monasterio y el amo feudal, dueño y señor del fortín y palacio real, con un solitario balcón colgado al aire, que contemplado da vértigo, sobre canes de piedra y base de plancha en una pieza también de piedra, construido a golpe de siervos y pedreros reventados bajo los bloques de sillería y argamasa rociada con vino y cal, extenuante sudar de sol a sol y, de rancho, habas con aleluyas.

El transitar aún es menor en las endiabladas carreteras, una guadaña en cada recodo, la Muerte espera agazapada en las cunetas y tal situación es insoportable, suicidio colectivo, que uno le ha cogido pánico al coche, es mejor el autobús o el tren o nada, pararse en el mojón y no proseguir esta cruenta batalla contra el destino, se acabó, me planto, basta de luchar por andar el camino hacia el silencio y la libertad, llagas de silencios, campo y piedra, que todo es piedra en Uxua, monumento difícil de describir y narrar las sensaciones que percibes al entrar, siempre hacia arriba, y te acoge un letrero oficial de Diputación, “Ongi etorri”. Es de alabar que nuestros gobernantes pongan “Ongi etorri” en el portal de la Ribera, y una pintada fresca, “Egin Askatu”, aquí, en el corazón de la Navarra asceta y la soledad palpitante de la piedra, el claustro monacal y los valles entre colinas peladas, sin manchas de árboles, sólo un ramillete de pinos junto a los restos de la ermita de San Miguel, no hay árboles en Ujue, que el monte es matorral y propiedad particular, me informa un lugareño, y nadie se acuerda de repoblar ni el Gobierno de incentivar, un mar verdoso de cerros y olas pardas de aulagas hasta llegar a las cofias de nieve sobre lenguas de azul del Pirineo en la raya del horizonte.

Otro mundo, un existir sufriente, del más rancio y puro medievo, que las piedras hablan, se escucha la música sonora de las piedras, sinfonía cuyos acordes te envuelven y elevan a las cimas del espíritu, sentado en el suelo para mejor contemplar el nido almenado del águila, que sólo molestan los pegotes de aglomerado y escaleras del cascajillo, ridículo, no el cascajillo, el arquitecto o maestro de obras de “Príncipe de Viana” ingeniador de tal extravío, a quien debieran haberle invalidado el título que le regalaron en alguna tómbola de caridad. El Ayuntamiento actual, bajo la carpa de Diputación, quiere sanar las pústulas de la desidia y así lo resalta el cartel: Obras de restauración, 10 millones escasos, demasiado rácanos estos gobernantes nuestros, que Uxua, la Toledo de Euskal Herria, historia en carne viva, alcázar de la independencia usurpada, se merece un suculento pellizco presupuestario y dejarla hecha un primor, al par del interés privado por la rehabilitación.

El Parlamento Foral debe tomar la iniciativa de convertir Ujue en paloma torcaz de las grandes joyas arquitectónicas y hacer honor a su topónimo en euskera. Tanta belleza en tan poco terreno deslumbra a quien ha contemplado tantos rincones y ciudades por esos caminos de Dios en Europa, que el primer aldabonazo fue para Aigues Mortes, en la Provenza francesa, entre Avignon y Montpellier. Debe iniciarse la reconstrucción del ala norte y de la cual sólo se conserva la fachada oeste con los seis arranques de los arcos. No os andéis con escatimes, que tal ruina clama al cielo y desgarra la esencia vascona de nuestro Viejo Reyno.