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Biografía
Santa María del Villar, fotógrafo.
Diego Quiroga y Losada, marqués de Santa María del Villar (1880-1976) nació en Madrid, en el seno de una familia aristócrata vinculada a la Corte de Alfonso XIII; durante la dictadura de Primo de Rivera fue mayordomo de Semana del Monarca, por lo que pudo participar en los acontecimientos festivos más importantes de la vida en la Corte, como son las regatas en Santander y San Sebastián o las cacerías de Riofrío y Aranjuez, acerca de lo cual nos ha dejado un interesante estudio documental y artístico. Estuvo también en el nacimiento de la Real Sociedad Fotográfica de Madrid, primera sociedad española y decana de todas las demás, y entre los fundadores y primeros fotógrafos de montaña del Club Alpino Español. Debido a su minucioso conocimiento geográfico y a su afición por el paisaje y la riqueza monumental, en 1928 se le propuso el cargo de presidente del recién creado Patronato Nacional de Turismo, cargo que no aceptó por quedar fuera de sus ambiciones puramente estéticas. Sin embargo, desde este momento y hasta su muerte, toda su dedicación profesional y artística se identificó con el encargo recibido del mismo Alfonso XIII; ocuparse de la divulgación y del fomento del turismo con su fotografía, por lo que puede ser considerado el pionero y mejor representante de la fotografía turística española. Sus primeras fotografías conservadas, tomadas con una cámara muy rudimentaria, datan de 1895, y las últimas están fechadas en 1969; una larga carrera fotográfica con casi medio millón de negativos en su haber, aunque no es tan grande el número de los clichés conservados dadas las pérdidas de su taller y de gran parte de la colección (unos 75.000 negativos) en 1936. Ya antes de la Guerra Civil tenía cerca de 120.000 fotografías de paisaje, tipos y monumentos de todo el Norte de España, desde los Pirineos hasta las Rías Gallegas, pasando por el Camino de Santiago. Llaman especialmente la atención sus fotografías de los Picos de Europa, a los que se entregó durante toda su vida con la misma devoción que Ansel Adams al Parque Natural de Yosemite. Unos 200 clichés de esta época, fueron premiados y se expusieron en Nueva York, Londres, París, Berlín, etc.
Tras la Guerra se instaló en San Sebastián desde donde siguió trabajando para el Departamento Fotográfico de Regiones Devastadas y colaborando en todo tipo de organismos, privados u oficiales, relacionados con el turismo. De ahí que recibiera múltiples homenajes en la década de los 60, con medallas de oro al mérito fotográfico y a la mejor colección de fotografía turística. Dado su prestigio, no es extraño que aparezca como socio fundador y presidente honorario de la Sociedad Fotográfica de Guipúzcoa, además de jurado de mar y fotógrafo del Club Náutico, donde recibió también frecuentes homenajes en agradecimiento a su desinteresada colaboración y méritos fotográficos.
Su formación inicial, en contacto con los integrantes de la Sociedad Fotográfica de Madrid, fue pictorialista. Sin embargo, salvo en algunos clichés excepcionales, esta estética que busca el distanciamiento de la realidad mediante el empleo de técnicas complicadas, tanto en la preparación previa del motivo como en el laboratorio, no interesó a un fotógrafo que estaba obsesionado por -son sus palabras- "no enmendar la plana a la naturaleza". Esta preocupación por que la realidad se muestre con la máxima transparencia es un sello inconfundible de sus imágenes, tanto si se trata de pueblos y paisaje, que resultan idóneos para la divulgación turística, como de documentos humanos, que se mueven ante la cámara con absoluta naturalidad. Se trata por tanto de una fotografía naturalista con implicaciones impresionistas, que presenta más conexiones con la fotografía directa que con el Pictorialismo en boga en España hasta casi mediados de siglo. Inconscientemente, Santa María del Villar se estaba adelantando a la fotografía de reportaje que se generalizaría en los años 50 y 60, y que en muchos aspectos perdura todavía hoy.
Pero dejemos este comentario meramente orientativo para que hablen las imágenes, no sin antes recoger las siguientes líneas en relación con la Sociedad Fotográfica de Guipúzcoa, que ilustran perfectamente el carácter generoso y sencillo del marqués de Santa María del Villar " (...) fue un caso curioso, porque además de estar inscrito con el número 1 de los socios, era el número 1 en el arte fotográfico por la categoría Nacional e Internacional que indiscutiblemente tenía, siendo colaborador de las mejores revistas de Turismo y proveedor de fotografías del Ministerio de Turismo. Solamente se consiguió de él que hiciera alguna exposición individual, a pesar de poseer miles de negativos, perfectamente archivados, de toda la geografía del Estado Español, recorrida en un viejo coche y a pie por las montañas. Fue caso singular porque nunca asistió a una reunión de la S. F. G., ni participó en concurso alguno, a pesar de su reconocida categoría, no aceptó ningún honor, siendo en esto, también el 1. (...) El 1 de junio de 1949 aparece una carta de D. I. Mª de Urrecha, dirigida al Sr. Marqués de Santa María del Villar, con la finalidad de intentar que no se dé de baja en la S. F. G. ya que desean nombrarle Socio de Honor de la S. F. G. Su contestación fue rotunda, escribiendo en tres ocasiones al presidente Urrecha, rechazando de plano tal Honor y con una decisión irrevocable. Los honores dice: 'Ni los merezco, ni los busco, ni me apetecen'." (cfr. Sánchez Martín, A. Sociedad Fotográfica de Gipuzkoa, 1948-1995, San Sebastián, 1996).
Por Jorge Latorre
Profesor de Historia del Arte de la Universidad de Navarra