Vista parcia del Castillo Palacio de los Reyes de Navarra y del pueblo, OLITE

El Palacio de los Reyes de Navarra de Olite, Palacio Real de Olite o Castillo de Olite es una construcción de carácter cortesano y militar erigida durante los siglos XIII y XIV en la localidad de Olite (Navarra, España). Fue una de las sedes de la Corte del Reino de Navarra a partir del reinado de Carlos III "el Noble". Cada verano es sede principal del Festival de Teatro Clásico de Olite.

Fue declarado Monumento Nacional (conjuntamente con la iglesia de Santa María) el 17 de enero de 1925. También está declarado como Bien de Interés Cultural y pertenece al Gobierno Foral de Navarra. En su interior existe una morera blanca declarada monumento natural
Historia

Vista del palacio de Olite, dibujado por Genaro Pérez de Villaamil, en España artística y monumental (1850)
Fue Carlos III "el Noble" quién, en el siglo XV, comenzó la ampliación del anterior castillo, dando lugar al Palacio de los Reyes de Navarra. Aunque casi todos lo llaman "castillo", lo correcto es referirse a él como "palacio", ya que se trata de una construcción con carácter cortesano, donde los aspectos residenciales prevalecieron sobre los militares (defensa).

Uno de sus principales encantos es el aparente desorden de su diseño. Esto se debe a que su construcción nunca se afrontó como un proyecto "de conjunto", debiéndose el resultado final a las continuas obras de ampliación y reforma que se sucedieron durante siglos, aunque la mayor parte de las obras se realizaron entre finales del siglo XIV y principios del XV. El entonces rey de Navarra, Carlos III, decidió convertir el palacio existente en sede real permanente y dotarla de todo el ornamento propio de estas.

El conjunto formado por sus estancias, jardines y fosos, rodeados por las altas murallas y rematados por las numerosas torres, le confieren una espectacular y mágica silueta. En su época, llegó a ser considerado como uno de los más bellos de Europa. En él podremos diferenciar claramente dos conjuntos: el Palacio Viejo, convertido en Parador Nacional de Turismo, y el Palacio Nuevo. Ambos están separados por "tierra de nadie", un solar donde se levantaba anteriormente el Palacio de la Reina.

Tras la invasión de Navarra en 1512 por parte de la Corona de Castilla y la de Aragón unificadas, comenzó el deterioro del palacio, ya que solo fue utilizado por los virreyes como residencia esporádica. El estado de abandono en el que quedó inmerso el palacio hizo que éste fuera deteriorándose progresivamente. Este proceso culminó con el incendio ordenado por el guerrillero Espoz y Mina durante la Guerra de la Independencia Española (1813), ante el temor de que en él se fortificaran las tropas francesas de Napoleón.

El estado actual del edificio es fruto de una restauración tras convocatoria de un concurso en 1923 por parte de la Diputación Foral de Navarra que ganaron los arquitectos José y Javier Yárnoz y que se iniciaron en 1937. Todavía ésta no ha concluido ya que esta compleja labor trata de recuperar la estructura original del palacio, distinguiendo entre lo que se corresponde con el edificio original, y lo que se debe a su restauración. Sin embargo, la riquísima decoración interior que revestía sus muros se ha perdido para siempre, al igual que los jardines exteriores que lo rodeaban.

Fue declarado Monumento Nacional (conjuntamente con la iglesia de Santa María) el 17 de enero de 1925.

Descripción

Vista de los jardines verticales en el palacio.
El castillo está inspirado en el estilo gótico francés. Actualmente perviven restos de yeserías y estucados de inspiración mudéjar, obra, al parecer, de artesanos moriscos de la ribera de Navarra.

En el siglo XV, el palacio del castillo se consideraba la altura de las cortes europeas más lujosas. La decoración interior de la que no queda nada, excepto pequeños restos, estaba compuesta por yeserías, azulejos, vidrieras y artesonados dorados. Los suelos y las paredes estaban cubiertos de tapices.

En las obras de este palacio intervinieron muchos artistas de diversas nacionalidades, ejemplo del eclecticismo imperante en las construcciones cortesanas de la época. La influencia francesa es evidente en torres, ventanas y balcones, mientras que los hispanos transpiran en adarves volados, arquerías y patios, así como techos artesonados, azulejos y yeserías.

Además tenía jardines colgantes, algunos de casi 20 metros de altura, zonas ajardinadas, huertos y un parque zoológico que incluía un león (regalo del rey de Aragón Pedro IV el Ceremonioso), un camello, loros, perros de caza, halcones, búfalos africanos, una jirafa, ardillas, etc.

La entrada al palacio se hacía través de la Plaza de Carlos III el Noble. La cubierta consiste en un arco de medio punto que conduce a una plaza interior conocida como Patio de los Naranjos, porque en este lugar el rey mandó plantar naranjos y otros árboles frutales. Hoy el piso está pavimentado pero originalmente era un jardín con árboles y flores de varias especies.

Para el cuidado de los jardines se precisaban multitud de jardineros, aunque en su cuidado también participaban los propios reyes, más que nada como entretenimiento. Para el riego de los jardines, se realizó un complicado sistema de riego con tuberías de plomo que fue realizado en 1409 por Juan D'Espernou y más tarde en 1414 por John Nelbort de Bristol. Durante el invierno, los árboles estaban protegidos por toldos que estaban adheridos a las paredes, de manera similar a un invernadero y el palacio contaba con una nevera para disponer de hielo y guardar alimentos para su preservación, la cual sigue existiendo a día de hoy, pero ya no se usa.