Compramos energía a futuro

Parque del Botellón
Estaban a.m. Y compañia


Un forero.
Oropendula dejate de tanta tonteria
Y pregunta a tu amigo porque se vino
De b.a.r.c.e.l.o.no.a.
[googlebarvip= 30].
Alguien me puede decir
Quienes estaban en el
Ayuntamiento año 1992
[GoogleBarVIP= 30].
Porque me borras los mensajes
Pillin
[googlebarvip= 30].
Menos mal que lo reconoces
Piel de naranja
[googlebarvip= 30].
Haber si hablaia mas
Claro que yo tampoco
Lo entiendo
[GoogleBarVIP= 30].
Haber si la alcaldesa arregla de una vez los cables del pueblo, por que esta vez ha salido unos pocos ardiendo pero la proxima vez, como siga asi saldra todo el pueblo ardiendo.


Un forero.
Nome refiero al convento, si no lo de la carretera de herguijuela.

Un saludo

Un amigo.
Yo pienso que hay muchas cosas mas importantes de que hablar, en el foro, que no de hablar siempre del ayuntamiento, o de que, quien se lleva el dinero o no, sólo pido de que los que han entrado hagan cosa buenas hacia el pueblo y no hacia ellos, pero a otra cosa mariposa.


Un amigo.
Para Un amigo.

Usted perdone, yo no me pico ni rapido ni lento, es absurdo picarse en un Foro, donde no sabes con quien te estas comunicando.
Simplemente contestaba al siguiente comentario, por parecerme ofensivo.

2007-06-06 15:01:06

Belen ahora tienes que repartir los eurillos entre 6

A poco vais a tocar

Atte.
LUCEROS.
Luceros te picas rapido, yo no he difamado a la belen ni al ayuntamiento sobre si se lleva el dinero o no, por que no me importa, y que yo sepa el tema lo has sacado tu, yo solamente he dicho que creo presuntamente, por supuesto, que luceros y otro forero creo que es la misma persona, pero si no es así no me importa, y si lo es, me da los mismo, peor para el que tiene que hacerse pasar por otra persona un saludo.

Un amigo.
Estimados Señores Santacruceños:
Mi nombre es Bismarck Jigena Antelo, natural de Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, ciudad ubicada al oriente de Bolivia, y capital del Departamento de Santa Cruz, es la capital economica de Bolivia y actualmente tiene 1.500.000 habitantes (un millon y medio de habitantes).
Les escribo esta nota, porque esta ciudad fue fundada el 26 de febrero de 1561, por el capitan de. Ñuflo de Chávez, español, extremeño y nacido en Santa Cruz de la Sierra (Cáceres, España), de ... (ver texto completo)
En cuanto a la muerte, fijate si estará segura de alcanzarnos, que nos da toda la vida de ventaja. Solo nos ha de preocupar en su justa medida.

Un saludo para todos y bos prometo que esteb ha sido mi último rollo sobre la figura de José A. Primo de Rivera y para que nadie diga que me escondo, firmo este y los anteriores escritos sobre J. Antonio.

Andrés Miguel.
Solo puedo estar en parte de acuerdo contigo Orópendola.
Muchas han sido las personas que han entregado su vida, para evitar toda esa maldad que en tu escrito manifiestas.
Por lo tanto sigo pensando que vale la pena todo el esfuerzo que se haga para evitar tanta injusticia.

En cuanto a la hora final, para

Otro Presidente del Gobierno durante la guerra civil, también de adscripción socialista, el doctor Juan Negrín, consideró el fusilamiento de José Antonio como una “derrota moral”. Lo narra en un libro uno de sus ministros, Mariano Ansó:

“Cierta noche me pareció observar en él una intensa preocupación.

- ¿Qué? ¿Malas noticias de guerra?

- Peor –me contestó desabridamente-. Tengo necesidad de hablarle de algo que me angustia, pero necesito su promesa de silencio absoluto sobre lo que le voy a decir. ¡Han fusilado a José Antonio Primo de Rivera!

En la oscuridad no nos veíamos las caras, pero estoy seguro de que los dos estábamos demudados.

Para él, la ejecución de José Antonio era una gran derrota moral”.

Sin duda, uno de los testimonios más interesantes de los socialistas contemporáneos sobre José Antonio es el de Julián Zugazagoitia, que fue también ministro republicano y dirigió el periódico “El Socialista”. En su libro “Guerra y Vicisitudes de los Españoles”, publicado en París en 1968, este dirigente bilbaino del PSOE recoge estas líneas estremecedoras sobre las últimas horas de José Antonio, reveladoras de su personalidad política y humana: “Primo de Rivera se batió por su vida con denuedo juvenil . Puso en su palabra de abogado la emoción del político. En Alicante habían pasado de los furiosos arrebatos colectivos en que se pedía la inmediata ejecución del caudillo falangista, a la convicción de que en tanto viviera la ciudad no sería bombardeada. Estas suposiciones eran frecuentes. Las autoridades municipales de Cartagena se manifestaron en rebeldía al conocer que la familia del general Pinto iba a ser canjeada, por creer que a la vecindad de los familiares del general se debía el que la plaza no conociese las agresiones aéreas. Como se hiciera el canje, produjeron su barullo de dimisiones irritadas. Con Primo de Rivera sucedía algo parecido. Pero, además, por una de esas reacciones tan fáciles en la sensibilidad del pueblo español, el odio se había truncado en simpatía. Simpatía por el hombre que, sin vaciliación ni debilidad, se encaraba con un destino acedo. Su conducta en la prisión era liberal, cariñosa. En la hora de encierro tejía sueños de paz: esbozaba un gobierno de concordia nacional y redactaba el esquema de su política”

“Temía –continúa Zugazagoitia recordando los documentos hallados en su celda- una victoria de militares. Eso era, para él, el pasado. Lo viejo. La España del siglo XIX prolongándose, viciosamente, en el XX. Él había ido a injertar su doctrina, confusa, en las universidades y en las tierras agrícolas de la Vieja Castilla. Su seminario estaba constituido por discípulos de aulas y laboratorios, y por jóvenes de la gleba. Su escepticismo por las armas, que le atraían por otra parte, debía tener antecedentes familiares. El respeto y la devoción por su padre no excluían en él la crítica de errores en que incurrió. Él, capitán de hombres jóvenes, proyectaba cosa distinta. De momento, para salir de la guerra, un Gobierno de carácter nacional.”

“La vista del proceso, varias veces diferido, le coloca ante una realidad adversa. No se inmuta. Su palabra tiene una fuerza inusitada. La del hombre que está solo. Intuye cuál será la pena a que le condenan sus jueces y, sin embargo, se esfuerza por convencerles de que no deben ser injustos ni para con él ni para con sus hermanos. Increpa ásperamente a una persona que, en su concepto, ha enturbiado la claridad del proceso. El interesado escucha la admonición sobrecogido. El relámpago de iracundia pasa y queda, en la carne del increpado, un desasosiego que será permanente. Explicación de una doctrina y ratificación de una fe. El resto es conocido. Se dicta la sentencia de muerte. No hay conmutación de pena. Primo de Rivera se encierra a escribir su testamento. Se despide de sus hermanos.”

“La escena la relata Miguel, José Antonio no puede evitar que su emoción se le resuelva en lágrimas al notar la congoja de sus hermanos. Cuando se repone, él es quien consuela. Pide que le consientan morir con la entereza que le cumple, atendiendo su magisterio moral sobre tantos compañeros que han muerto y están muriendo en el combate. Cuando le llega su hora, su templanza es perfecta. Conversa con los hombres del piquete que ha recibido el encargo de ejecutar la sentencia:

- ¿Verdad que vosotros no queréis que yo muera? ¿Quién ha podido deciros que yo soy vuestro adversario? Quien os lo haya dicho no tiene razón para afirmarlo. Mi sueño es el de la patria, el pan y la justicia para todos los españoles, pero preferentemente para los que no pueden congraciarse con la patria porque carecen de pan y de justicia. Cuando se va a morir no se miente, y yo os digo, antes de que me rompáis el pecho con las balas de vuestros fusiles, que no he sido nunca vuestro enemigo. ¿Por qué vais a querer que yo muera?

Los milicianos le escuchaban en silencio. Las palabras del reo se les meten dentro y se miran unos a otros, tratando de resolver una incertidumbre. ¿Se habían equivocado los jueces¿ ¿Y si se han equivocado, pueden ellos reparar un error negándose a cumplir lo que les está ordenado? El silencio persiste. Primo de Rivera, con la acuidad de la muerte, lee en la conciencia de los milicianos e insiste, calentando sus palabras, en una acción catequista que es toda su esperanza de seguir viviendo. ¿Quién sabe, piensa, cómo lo ha dispuesto el Señor? Ya su vida está contada por minutos, pero con un solo segundo es suficiente para salvarla. ¿Cuántas resoluciones, humanas o crueles, caben en tan pequeña medida de tiempo? En principio fue el verbo... Busca en las palabras entrañables aquella que pueda ir derecha, certera, como una saeta, al corazón de sus verdugos, atribulados por la idea de poner remate a una existencia que, ahora que se han en contacto con ella, la encuentran noble y digna. Parece como si la esperanza se robusteciese. El reo cree en ella. Se imagina más sólida de lo que de verdad es. Pregunta:

- ¿Verdad que vosotros no queréis que yo muera?

Es lo definitivo. Trata de romper el mutismo de los milicianos. Quiere saber a qué atenerse, porque el tiempo se agota. El plazo de minutos que tiene su vida se está terminando. ¿Qué dicen? ¿Qué contestan? En el silencio de todos parece oírse el trabajo de cada conciencia. ¿Con qué metro medir esa partícula angustiosa de tiempo? Es el que va de una pregunta a una respuesta, en la que se ha intercalado una breve pausa. Uno de los milicianos responde:

- ¡Déjanos en paz! Necesitamos cumplir lo que nos está ordenado. No sabemos si eres bueno o malo. Sólo sabemos que tenemos que obedecer.

Todo está dicho. El reo no tiene que esperar. La ley de obediencia se ha interpuesto entre el verbo del reo y el corazón de los verdugos. Uno y otro tienen que llegar hasta el fin. No son enemigos. Son personajes de un drama inmenso, protagonistas que lo sufren. Si la ley de obediencia no se impusiera, se reconciliarían fácilmente; pero se frustraría la tragedia”.

¿Qué hubieran dicho, casi setenta años después de esa muerte, estos socialistas, contemporáneos de José Antonio, a los actuales dirigentes del PSOE, que vinculan falazmente al dirigente de Falange Española, diputado de la Segunda República, con la dictadura que vino después de su muerte¿ ¿Qué hubieran dicho aquellos líderes del PSOE a sus pretendidos correligionarios de hoy que, al quitar el nombre de José Antonio de las calles y su estatua de un parque, lo hacen con el falaz argumento de borrar los vestigios de la dictadura franquista? No parece muy difícil imaginarlo. ... (ver texto completo)
Como ahondemos en la condición humana estamos perdidos.
Desde que existimos, nos pasamos el valor y el respeto a la vida "por el arco del triunfo".
Por más que lo intento, no puedo considerarme orgulloso de nuestra especie, el horror y la perversión de mil barbaries a través de los tiempos eclipsa la poca luz de la bondad humana y lo que más me confunde es que nuestro creador lo consiente.
Nos quitamos ese maravilloso don de vivir por unas ideas.
¿Han visto ustedes alguna vez un buen reportaje ... (ver texto completo)