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MADRID: Los placeres y los días ...

Los placeres y los días
FRANCISCO UMBRAL

«Enciclopedia Álvarez»

El número uno del ranking literario, en estas navidades, ha sido la Enciclopedia Alvarez,
una cosa franquista que estudiamos los niños de cuando entonces, aunque antes estaban
las enciclopedias Bruño o Luis Vives, que yo leía y releía. Este revival de la pedagogía
camp de postguerra, lo ha iniciado Luis Otero con sus ensayos y novelas sobre la docencia de
aquellos años, la Sección Femenina, etc. Ha dicho en estos días Laín Entralgo que lo propio
del 98 fue el «amor crítico» por España. Amor crítico es lo de Luis Otero, que relee aquellos
textos y los pasa por su ironía izquierdista de hoy. Pero los miles de compradores de la
Enciclopedia Alvarez son meramente nostálgicos.
Antes había sido Vizcaíno Casas y antes el costumbrismo crítico de Vázquez Montalbán,
Luis Carandell y uno mismo. He mandado que me traigan una Enciclopedia Alvarez a la mesa
camilla de las navidades y, dejando libros más empeñosos, repaso aquellas páginas ingenuas
en su reaccionarismo, en su pasatismo pedagógico. El caos narrativo del apartado de Historia
Sagrada no es sino consecuencia del mismo caos que hemos encontrado siempre en la Biblia,
como obra de tantos y tan dispersos autores (incluso enfrentados entre sí: unos escriben
para rectificar a otros). Desde luego, son unas páginas que no animan al niño a entrar en
una religión de guerras raciales, incomprensibles, regidas por un Dios Padre casi siempre
airado. Así nos comían el coco.

Lo que más me ha interesado, naturalmente, es la literatura y sus criterios. Hay aquí mucho
poeta local, clásicos que amuerman al escolar, con tiradas de versos de Calderón. Luego los
románticos, Zorrilla y Bécquer -ninguna introducción al Romanticismo ni a nada-, del 98 sólo
aparece Unamuno, sin duda por su aura religiosa y por su ubicación franquista durante la
guerra.

El 27 no existe, pero existen los Quintero, Manuel Machado -con levísima alusión a Antonio-,
don Jacinto Benavente y, ya como escritor contemporáneo y en punta, como avanzado, Wenceslao
Fernández-Flórez, también un cerebro de la zona nacional (y por supuesto Pemán). Por cierto
que el párrafo/muestra de Fernández-Flórez es bueno y hasta crítico. En la imagen le sacan
con sombrero. Quizá lo pidió él por no pasar a la historia de la literatura con su hermosa
calva. El sombrero de FF hoy nos parece de Urculo. Rubén Darío y Amado Nervo entre los
americanos. Está Pereda, el santanderino que hizo insoportable el ameno paisaje cántabro,
pero no Valera. La selección es fina como selección de censor más que de crítico, y uno se
pregunta aquí cuál es nuestra nostalgia ante estas páginas. Sin duda una nostalgia masoquista.
No quisiera que fuese éste un artículo de moro muerto y gran lanzada (se murió el moro y
toda la Escolta Mora), pero varias generaciones fueron educadas así en la escuela, en el
instituto, en la Universidad. Y muchos se lo tomaron en serio, ay. La Enciclopedia Alvarez
no es directamente política, como otras, pero sí muy escorada.

Mi colegio estaba en la planta alta de un edificio grande y viejo que también albergaba a
la Guardia de Asalto y los ciegos del cupón y la Gota de Leche. Por mi balcón veía la veleta
del Observatorio de la Universidad, cuatro bolas en cuatro barras girando y girando en los
cielos (nunca el mismo), verano e invierno, como molino de viento moliendo el tiempo, la
infancia, la monotonía, la mentira repetida, la Enciclopedia Alvarez, mi vida.

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