Yo voy a pegar esto aquí también, porque en el pueblo donde nací, me han dejado más solo que la una menos diez, vamos, que me han hecho el vacío; supongo que para castigar mi maldad, pero no quiero que dejéis de entrar en el a echar una miradita aunque sea de jigos a brevas, así que pasad por allí gente.
¡Oh España España!
La de los serrallos y las sacristías,
la de los amantes de los Frascuelos y de las Marías
y unos pueblos infelices con sus almas quietas.
No puedo vivir contigo,
pero con aquél tampoco,
los dos me quitáis los garbanzos
para que se los coman otros.
Con estos lamentos y otros
van los duendecillos del campo
lloriqueando de un lado al otro mientras,
sesudos varones junto a pizpiretas damas jóvenes
igualito que los langostos cantan y hacen sus agostos
y saltando de un pastel al otro acaparan los mejores mostos.
Muñequitos recortables
con trajes intercambiables
y con discursos muy similares
casi todos ellos ya muy demodé,
aletean como hacen las moscardas
y zumban saltando ora aquí ora acullá
destilando lo que oír quiere la oreja de su cliente.
Trajes decía y podía decir mensajes
porque por estos parajes tan escabrosos
canta el cuco al invadir ajeno nido de pardillos
que criarán a sus cuclillos piando ellos graciosos
para que sus padres adoptivos, esforzados y laboriosos,
no se fijen en los tramposos que vuelan libres, sin chiquillos
que les apriete cual dogal que ahoga al convicto de sus dopajes.
Pues así son las cosas, ministros
y señores de la oposición;
joputas unos, fildeputas
todos aquellos quienes,
con sólo ocho años
ya seguro sueldo
ellos tienen.
Más lo que afanaren, ¡claro! Porque hay que aprovechar por lo que pueda pasar si las cosas llegan maldadas en un futuro previsible y, siempre es una virtud poseer unos ahorrillos.
Doña Esperancita dijo a micrófono cerrado con su boquita sin pintar.
Salud.
¡Oh España España!
La de los serrallos y las sacristías,
la de los amantes de los Frascuelos y de las Marías
y unos pueblos infelices con sus almas quietas.
No puedo vivir contigo,
pero con aquél tampoco,
los dos me quitáis los garbanzos
para que se los coman otros.
Con estos lamentos y otros
van los duendecillos del campo
lloriqueando de un lado al otro mientras,
sesudos varones junto a pizpiretas damas jóvenes
igualito que los langostos cantan y hacen sus agostos
y saltando de un pastel al otro acaparan los mejores mostos.
Muñequitos recortables
con trajes intercambiables
y con discursos muy similares
casi todos ellos ya muy demodé,
aletean como hacen las moscardas
y zumban saltando ora aquí ora acullá
destilando lo que oír quiere la oreja de su cliente.
Trajes decía y podía decir mensajes
porque por estos parajes tan escabrosos
canta el cuco al invadir ajeno nido de pardillos
que criarán a sus cuclillos piando ellos graciosos
para que sus padres adoptivos, esforzados y laboriosos,
no se fijen en los tramposos que vuelan libres, sin chiquillos
que les apriete cual dogal que ahoga al convicto de sus dopajes.
Pues así son las cosas, ministros
y señores de la oposición;
joputas unos, fildeputas
todos aquellos quienes,
con sólo ocho años
ya seguro sueldo
ellos tienen.
Más lo que afanaren, ¡claro! Porque hay que aprovechar por lo que pueda pasar si las cosas llegan maldadas en un futuro previsible y, siempre es una virtud poseer unos ahorrillos.
Doña Esperancita dijo a micrófono cerrado con su boquita sin pintar.
Salud.
Salud, te he mandado un mensaje como requerias al ALMENDRAL,
Espero me contestes y me digas si te gusta....
Espero me contestes y me digas si te gusta....
Conde, no tengo el gusto de conocerle; pero le sugiero que le pregunte a Salud porqué piensa él que le han dejado solo en el foro de Almendral.
Aunque si tiene tiempo y entra el foro puede observar usted mismo los escritos desde hace un par de meses a hoy y sacará su propia conclusión.
Saludos.
Aunque si tiene tiempo y entra el foro puede observar usted mismo los escritos desde hace un par de meses a hoy y sacará su propia conclusión.
Saludos.
Aplícate la fábula de Samaniego. Aquella de la zorra que se quería comer las uvas y al no poder alcanzarlas. Se fue toda ella orgullosa, con la cabeza bien erguida proclamando a quien quisiera oírle que no le gustaban porque estaban verdes.
Salud.
Salud.
