UNA de las señas de identidad de una sociedad abierta consolidada es la existencia de una política exterior digna de tal nombre. Precisamente, la continuidad en las líneas de acción exterior ha sido tradicionalmente la prueba más significativa de que era así. Desde la Transición, España ha tratado de ir articulando una política exterior homologable a los del resto de los países europeos de su entorno. La fijación de unas coordenadas coherentes en torno a unos ejes precisos —Europa, Mediterráneo, ... (ver texto completo)