BARCELONA: 3...

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El tema no es nuevo en España mocita. Cuando D. Bento Pérez Galdós escribió “Misericordia”, allá por el año 1897, a punto ya del desmoronamiento del llamado entonces y todavía ahora por los nostálgicos de siempre, Imperio Español, sacó en sus páginas un multitud de pedigüeños en las puertas de iglesias y conventos que buscaban el calor momentáneo en sus estómagos de la sopa boba. También su vida miserable en barracas y chabolas; sus hambrunas y, al otro lado, una burguesía decadente e inane junto a la iglesia como punto de encuentro y a la vez separación de estas dos realidades sociales. Unos, usaban el mundo de la caridad como arma eficaz para seguir ostentando su molicie sin sentirse culpables, a la vez que explotaban a toda aquella masa social desfavorecida, inculta y desarraigada, haciéndoles trabajar como animales, sin derechos y con todas las obligaciones y, otros, se perpetuaban en su vida placentera y contemplativa mientras hacían un alto en sus labores de proselitismo inhumano, yendo a comer, merendar o jugar a la canasta a las casas palacios de aquellos explotadores y, de paso, aliviar con el bálsamo de su iluminada palabrería, a las ociosas señoras y señoritas dependientes del preboste.

En este estado de hipocresía y desvergüenza, llegamos a los hechos que culminaron con el reventón de los trágicos acontecimiento de los día que van desde el 26 de julio al 2 de agosto de 1.909 en Barcelona y otras ciudades de sus alrededores, con el décimo tercer Alfonso de rey y el conservador Antonio Maura de jefe de uno de aquellos gobiernos de operetas y sacristías.

Mirando hacia atrás sin ira pero con rabia, vemos que de nuevo se está repitiendo aquél indeseable esquema que sufrieron en sus carnes todos los liberales de los siglos dieciocho, diecinueve y los dos primeros tercios del veinte, obligados a huir de la hoguera, de la soga, de la cadena perpetua o del pelotón de fusilamiento. Entre todos ellos, un paisano nuestro, de nuestra Carcundia o Desalmendrado, D. José Segundo Florez, por citar alguien conocido de nuestros antepasados y, ya más cerca de nosotros, el ilerdense D. Lluis Company i Jover, que entre otros cargos, ostentó el de presidente de la Generalitat de Catalunya, durante la II República, entregado por la Gestapo a la policía política del dictador y condenado a muerte en un juicio sumarísimo que duró sólo unas horas y, al que se le aplicó la Ley conocida como La Justicia al Revés, en calidad de autor de un delito de “adhesión a la rebelión”, siendo fusilado en uno de los fosos del castillo de Monjuic el día quince de octubre de 1.940.

Ahora mismo, en que se ha dado luz verde para que los antropólogos, ayudados por las asociaciones para la recuperación de nuestra memoria reciente investiguen quienes están enterrados en las seis fosas comunes que hay en el´granadino Barranco de Víznar, quizá este ya en plena efervescencia esa romería multitudinaria a la que los jefes de los predicadores habituales han llevado a una ingente cantidad de sus acólitos compuesta por personas y personajillos no sólo de los su onda, sino también de la de los populares. Ya se sabe, a Dios rogando y con el mazo dando. El dinero y el credo juntos como siempre y de la mano, para no perder la costumbre y de paso, frenar una vez más, el intento liberal de igualar a los habitantes de las Españas en derechos y obligaciones, con los del resto de Europa.

Aquellos ojos míos de 1910, no vieron enterrar a los muertos ni la feria de ceniza del que llora por la madrugada, ni el corazón que tiembla arrinconado como un caballito de mar. (Federico)

Salud.