Crónicas de una letra minúscula.
48. En la dehesa de Lenguar
La casa de la izquierda era más pequeña y recogida, adosada a ésta había otra más grande, las puertas de ambas miraban al naciente, la más grande por dentro se dividía en dos viviendas de la época, allí vivía en una, una hermana de mi padre, y en la otra un hermano ambos casados, y con sus respectivas familias.
En la casa pequeña vivieron mis padres, y viviendo allí, nació mi hermana Maribel, por eso ella no es de Malva, sino de Villalube. Ya que la dehesa de Lenguar es del termino municipal de Villalube, como la dehesa La Lola, la de Fradejas es de Aspariegos.
Detrás de las tres viviendas estaban los corrales, con las vacas y los bueyes.
Tenían una vaca, un poco especial. Con los hombres no se metía la indina, pero a las mujeres no las dejaba entrar en el corral, se tiraba a por ellas como un miura. Salvo que se vistieran de hombre, entonces no les hacía nada.
A mi madre y sus cuñadas no les quedaba más remedio que ponerse unos pantalones y una chaqueta que tenían preparada para tal efecto, cuando tenían que cruzar el corral, para los quehaceres con el ganado. Y de esa forma, la vaca no les hacía el menor caso.
Un día llegó a Lenguar una buhonera, mujer que se dedicaba a vender telas y otros alamares, iba por los pueblos y por las dehesas del lugar, a sus oídos le habían llegado las ínfulas de aquella vaca.
Ésta era una mujer valiente e intrépida. Entra en la casa, se encamina hacia el corral, con un cacho tela a modo de capote. No le dio tiempo ni a saludar al tendido, la embistió la vaca, en un santiamén, dándole unos buenos revolcones, en el liquido estiércol, que no quedó ni para pruebas de “La Toja”.
Hasta que salieron al quite mi padre, hermano y sobrinos.
Ya libre, del cuadrúpedo astado, más sosegada, no paraba de decir:
- ¡Coño la PUTA de la vaca! ¡Coño la PUTA de la vaca!.........
No tardaron mis primos en rebautizarla, llamándola a partir de ese momento “La Baburrina”
Tanto repetía, lo de la PUTA vaca, que mi hermana Concha, que era muy pequeña, se quedó con la copla. Al día siguiente la llevaron a Malva, a casa de mis abuelos y les decía a ellos:
- ¡Coño la PUNTA de la vaca! ¡Coño la PUNTA de la vaca!
Y mi abuela Pepa decía:
- ¿Pero que dice esta niña, quién le dice estas cosas?
Otro día llegó a Lenguar mi tía Ignacia, y porfiando con los sobrinos de mi padre, estos le decían, que no se atrevía a pasar por el corral donde estaba la vaca, y ella que si, pues como sabía que a las otras mujeres vestidas de hombre, no les hacía nada, les seguía en la porfía.
Se puso la ropa de faena, en este caso el pantalón y la chaqueta que siempre tenían colgados en el callejón, y al ruedo se ha dicho.
Lo mismo que a la Baburrina, revolcón “pacá” revolcón “palla”.
Lo que pudieron reírse de ella los sobrinos de mi padre, los cuales tuvieron que salir de nuevo al quite.
Aquí termina esta historia taurina, dejando pendiente para entendidos en ruedos y plazas, el estudio de la vista y el olfato de las vacas.
48. En la dehesa de Lenguar
La casa de la izquierda era más pequeña y recogida, adosada a ésta había otra más grande, las puertas de ambas miraban al naciente, la más grande por dentro se dividía en dos viviendas de la época, allí vivía en una, una hermana de mi padre, y en la otra un hermano ambos casados, y con sus respectivas familias.
En la casa pequeña vivieron mis padres, y viviendo allí, nació mi hermana Maribel, por eso ella no es de Malva, sino de Villalube. Ya que la dehesa de Lenguar es del termino municipal de Villalube, como la dehesa La Lola, la de Fradejas es de Aspariegos.
Detrás de las tres viviendas estaban los corrales, con las vacas y los bueyes.
Tenían una vaca, un poco especial. Con los hombres no se metía la indina, pero a las mujeres no las dejaba entrar en el corral, se tiraba a por ellas como un miura. Salvo que se vistieran de hombre, entonces no les hacía nada.
A mi madre y sus cuñadas no les quedaba más remedio que ponerse unos pantalones y una chaqueta que tenían preparada para tal efecto, cuando tenían que cruzar el corral, para los quehaceres con el ganado. Y de esa forma, la vaca no les hacía el menor caso.
Un día llegó a Lenguar una buhonera, mujer que se dedicaba a vender telas y otros alamares, iba por los pueblos y por las dehesas del lugar, a sus oídos le habían llegado las ínfulas de aquella vaca.
Ésta era una mujer valiente e intrépida. Entra en la casa, se encamina hacia el corral, con un cacho tela a modo de capote. No le dio tiempo ni a saludar al tendido, la embistió la vaca, en un santiamén, dándole unos buenos revolcones, en el liquido estiércol, que no quedó ni para pruebas de “La Toja”.
Hasta que salieron al quite mi padre, hermano y sobrinos.
Ya libre, del cuadrúpedo astado, más sosegada, no paraba de decir:
- ¡Coño la PUTA de la vaca! ¡Coño la PUTA de la vaca!.........
No tardaron mis primos en rebautizarla, llamándola a partir de ese momento “La Baburrina”
Tanto repetía, lo de la PUTA vaca, que mi hermana Concha, que era muy pequeña, se quedó con la copla. Al día siguiente la llevaron a Malva, a casa de mis abuelos y les decía a ellos:
- ¡Coño la PUNTA de la vaca! ¡Coño la PUNTA de la vaca!
Y mi abuela Pepa decía:
- ¿Pero que dice esta niña, quién le dice estas cosas?
Otro día llegó a Lenguar mi tía Ignacia, y porfiando con los sobrinos de mi padre, estos le decían, que no se atrevía a pasar por el corral donde estaba la vaca, y ella que si, pues como sabía que a las otras mujeres vestidas de hombre, no les hacía nada, les seguía en la porfía.
Se puso la ropa de faena, en este caso el pantalón y la chaqueta que siempre tenían colgados en el callejón, y al ruedo se ha dicho.
Lo mismo que a la Baburrina, revolcón “pacá” revolcón “palla”.
Lo que pudieron reírse de ella los sobrinos de mi padre, los cuales tuvieron que salir de nuevo al quite.
Aquí termina esta historia taurina, dejando pendiente para entendidos en ruedos y plazas, el estudio de la vista y el olfato de las vacas.