Cronícas de una letra pequeña.
Para la señora marquesa
No sé si habrá otro pueblo en España, donde se pusieran más motes que en el nuestro, no sé si habrá alguien que no tenga por lo menos dos. Pero tranquilos que esta vez, solo voy a usar alguno de los de mi familia.
Empezando por mí, “El Viti”. Mi padre era de Bañobarez, un pueblo de Salamanca, no muy lejos de Vitigudino, le gustaban mucho los toros y no te digo tener un hijo torero, para que relatar más.
Cuando llegó a Malva, mi padre de soltero, con su familia, en concreto a la dehesa de Lenguar (Villalube), solía cabalgar con yegua, capa y sombrero, que según me contaba, era lo habitual en su pueblo. Anda que tardaron en ponerlo “El Duque”. Me dijo una vez el señor Agustín el Rojo (lo considero de familia), quién lo puso así, pero no recuerdo, si me dijo, que él mismo u otro, si alguien lo sabe, le agradecería, que me lo dijera.
Lo de Campal es otro cantar, aquí hay una pequeña confusión, mucha gente cree que es otro apodo, pero no, es el segundo apellido de mi padre. Y claro Campalico a mí de pequeño.
A mi abuelo Asterio, Ursicino, Jacinto y demás hermanos “Los Sagastas”, por que hubo un antepasado nuestro que le decía a otro que arrastraba sus pies. –No arrastres los pies que “se gasta” (sagasta).
Viviendo mis abuelos Asterio y Pepa, mi tío Astério con su Simca 1000, y mi tío Domingo con su Seat 600, venían desde Madrid a visitarnos muy a menudo, solían llevarnos a Zamora, unas veces a bañarnos al Duero, otras simplemente a pasar el día.
Una tarde entramos todos en un bar que había en los soportales de la plaza mayor, para comer unos bocadillos. Mi padre de broma con el camarero, lo pedía de garbanzos, yo recuerdo que lo comí de calamares con una Fanta o un Kas, los mayores lo tomarían con vino o cervezas me imagino. De forma y manera que entre unas cosas y otras, poco a poco todos estabamos con el bocata en una mano y el refresco en la otra.
Todos menos mi hermana Carmen, a ella por lío o por olvido no le pusieron el bocata, con el hambre que teníamos, no le hizo mucha gracia y reprendió al camarero, éste, agacho las orejas, no dijo ni pío, y pidió a la cocina el bocadillo que faltaba.
Como tardaba un poco, todos comíamos y ella miraba, de vez en cuando hacía algún que otro comentario, del cual no quedaba en muy buen lugar al camarero.
Hasta que sale su bocata de la cocina, lo coge el camarero, un poco mosca, poniéndoselo en un plato, le dice:
- ¡Toma, el bocadillo para la señora Marquesa!
A lo que mi hermana le contesta, muy seria:
- Perdone usted, pero se equivoca. Por parte de mi padre. ¡Soy Duquesa!
Para la señora marquesa
No sé si habrá otro pueblo en España, donde se pusieran más motes que en el nuestro, no sé si habrá alguien que no tenga por lo menos dos. Pero tranquilos que esta vez, solo voy a usar alguno de los de mi familia.
Empezando por mí, “El Viti”. Mi padre era de Bañobarez, un pueblo de Salamanca, no muy lejos de Vitigudino, le gustaban mucho los toros y no te digo tener un hijo torero, para que relatar más.
Cuando llegó a Malva, mi padre de soltero, con su familia, en concreto a la dehesa de Lenguar (Villalube), solía cabalgar con yegua, capa y sombrero, que según me contaba, era lo habitual en su pueblo. Anda que tardaron en ponerlo “El Duque”. Me dijo una vez el señor Agustín el Rojo (lo considero de familia), quién lo puso así, pero no recuerdo, si me dijo, que él mismo u otro, si alguien lo sabe, le agradecería, que me lo dijera.
Lo de Campal es otro cantar, aquí hay una pequeña confusión, mucha gente cree que es otro apodo, pero no, es el segundo apellido de mi padre. Y claro Campalico a mí de pequeño.
A mi abuelo Asterio, Ursicino, Jacinto y demás hermanos “Los Sagastas”, por que hubo un antepasado nuestro que le decía a otro que arrastraba sus pies. –No arrastres los pies que “se gasta” (sagasta).
Viviendo mis abuelos Asterio y Pepa, mi tío Astério con su Simca 1000, y mi tío Domingo con su Seat 600, venían desde Madrid a visitarnos muy a menudo, solían llevarnos a Zamora, unas veces a bañarnos al Duero, otras simplemente a pasar el día.
Una tarde entramos todos en un bar que había en los soportales de la plaza mayor, para comer unos bocadillos. Mi padre de broma con el camarero, lo pedía de garbanzos, yo recuerdo que lo comí de calamares con una Fanta o un Kas, los mayores lo tomarían con vino o cervezas me imagino. De forma y manera que entre unas cosas y otras, poco a poco todos estabamos con el bocata en una mano y el refresco en la otra.
Todos menos mi hermana Carmen, a ella por lío o por olvido no le pusieron el bocata, con el hambre que teníamos, no le hizo mucha gracia y reprendió al camarero, éste, agacho las orejas, no dijo ni pío, y pidió a la cocina el bocadillo que faltaba.
Como tardaba un poco, todos comíamos y ella miraba, de vez en cuando hacía algún que otro comentario, del cual no quedaba en muy buen lugar al camarero.
Hasta que sale su bocata de la cocina, lo coge el camarero, un poco mosca, poniéndoselo en un plato, le dice:
- ¡Toma, el bocadillo para la señora Marquesa!
A lo que mi hermana le contesta, muy seria:
- Perdone usted, pero se equivoca. Por parte de mi padre. ¡Soy Duquesa!
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