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MALVA: Tachuela 67...

Tachuela 67

En Grecia (Heli)

Cuando fueron a Grecia Charo, Azu, Miguel y Pon, acompañando a Cari y Herminio, que habían organizado la excursión, junto con otros personajes de alta alcurnia, les vino en gana tomarse una copa, como es propio de españoles, más en España, pero también en el extranjero.
Se pillan, incluso más a deseo, porque como tienen costumbres distintas a las nuestras, o nosotros a las suyas, como no beben las mismas cosas que nosotros y, encima, las sirven de otra manera, resulta difícil tomarse algo a gusto. A lo que hay que añadir, ¿cómo no? Las dificultades del idioma. Creo que para pedir poca ginebra y mucho hielo en el cubata, se decía algo así como “ligo gin, poli pago”, pero en griego y todo.
Eso sí, cuando te entienden lo que quieres, te lo ponen aunque tengan que ir a buscarlo al Eroski en el coche línea. Ya tuvieron que ir, con la moto, a buscar no se sabe dónde, una simple botella de whisky, pero la copa se tomó, ¡vamos que se tomó!.
A parte de otras peripecias que pasaron, que probablemente salgan más adelante, en la que ahora voy a contar, era vital el manejo de la lengua propia, que de la griega, ya se encargarían ellos, en cuanto terminaran el viaje los de Malva.
Para pedir un taxi no costaba mucho. En cuanto vieras pasar uno, levantabas la mano y allí paraba, como un clavo. Daba igual que viniera gente dentro. Se echaban a un lado y ¡pájaros al cesto!, hasta que se llenara. Una de las veces que utilizaron este transporte, le tocó a Miguel (¿a quién si no?) En el asiento delantero, al lado del taxista, a quien le llegaba la barba, tanto por larga, como por espesa, hasta las proximidades del ombligo.
Cuando llegaron a su destino y abonaron el importe, Miguel se despidió de él, con un: “ ¿Me das un beso, majo?”. Y eso que tenía una cara, como pa arrimar uno la suya.
Se conoce que el taxista les había llevado a tomar la última copa, cerca del hotel, porque al día siguiente había que madrugar para ver más cosas. Se acercaron a la barra, fueron pidiendo lo que querían tomar, cerciorándose de que el camarero era griego cerrado y no entendía ni papa de ningún otro idioma. Cuando le tocó el turno a Pon, seguro de que el camarero no se iba a enterar, le dijo:
-“ ¿Me chupas el rabo?”
Azu, mitad incrédula, mitad entusiasmada por la tarea que el camarero, asintiendo con la cabeza, parecía estar dispuesto a evitarle, preguntó si era verdad lo que Pon había dicho. Pero Pon le corrigió, inmediatamente:
- “No, he dicho que con esta ya acabo”.

MORALEJA:
Hasta el rabo, todo es toro. Pero no todo el toro es rabo, como bien sabe Fede.