Tachuela 48
Siguieron por la carretera de Bustillo, y a mitad del trayecto, entre este pueblo y Malva, se desviaron para coger el camino de Los Terreros, que sube a la ermita desde Bustillo del Oro, con las luces del coche apagadas hasta acercarse a unos quinientos metros del Palomar de Saturnino, el resto del camino lo hicieron a pie, para llegar sigilosamente sin ser vistos. Cerca ya del palomar, cruzaron por las tierras. Una vez que estaban detrás, al rodearlo, por la parte que da a Castronuevo, y doblar la esquina vieron que la puerta estaba entreabierta, no había nadie por allí, el furgón seguía del mismo lado y la mujer desconocida de Toro con un hijo en el Ferral se suponía que seguiría con su vigía, en la ermita, debajo de la espadaña, del lado de Malva, de pronto, vieron a lo lejos, al lado del palomar-molino de Juan Misól, la silueta de un hombre caminando y se metieron corriendo por la puerta del palomar, con las prisas, a punto estuvo el chico de Malva, que también vive en Zamora y trabaja en una multinacional de caer en el agujero de la boca del túnel, de no haber sido por encender, la otra chica, que también vive en Zamora, de Malva, al lado de otro centro comercial, una de las linternas que llevaban, al ver el agujero en el suelo y los pasones que bajaban al túnel, sin pensarlo y sintiéndose perseguidos, se metieron por el túnel, creían que los había visto el hombre del otro palomar, pero no los había visto, era el chaval andaluz de sariana azul y bicicleta, que había salido un momento de su túnel a estirar las piernas.
Mientras el forastero, con el tabardo en la mano, gallego de Combarro, estaba haciendo uso del soplete, quemando la superficie de los troncos, que se suponía, liberarían la rueda de piedra.
Caminaron agachados por el túnel, hasta que se toparon con la mole de piedra que interrumpía el camino, asustados sin saber que hacer, cuando se disponían a retroceder, oyeron como un crepitar, un ruido sordo como cuando se pisan cenizas, de pronto la rueda de piedra por arte de magia, creyeron ellos, comenzó a deslizarse girando suavemente, dibujando una abertura en forma de una medía luna, que poco a poco se hacía más grande, despejando el camino, hasta convertirse, en luna llena, en un circulo, viendo que el túnel continuaba, otra vez de forma rectangular, avanzaron en la oscuridad con la ayuda de las linternas, a pocos metros más, se encontraron con un espacio, más grande, cerrado, cuadrado de unos tres metros de lado, por un metro y medio escaso de altura. No podían dar crédito a lo que sus ojos veían, cuatro cajones de madera, uno de ellos bastante más grande que los otros, intentan abrirlos, pero están clavados y bien clavados, parece que pesan bastante. Deben de avisar a las autoridades y al pueblo entero, lo más rápidamente posible. Piensan en dividirse, unos intentaran bajar al pueblo y otros se quedarán allí. No es tiempo de explicar él por qué. El chico que siendo también de Malva, vive en algún pueblo de Cáceres, tiene una mano vendada, se hizo daño al arrastrar, jugando al perrero, la chica de Malva, que vivía en Zamora cerca de un centro comercial, y la otra chica, que también vive en Zamora, de Malva, al lado de otro centro comercial. Son los que bajaran. Vuelven tras sus pasos, pasan por la zona de la piedra y cuando comienzan a subir los pasones, que dan acceso al palomar cuadrado, el cañón de una pistola los hace detener.
El piso del túnel tenía en la zona de la rueda
Siguieron por la carretera de Bustillo, y a mitad del trayecto, entre este pueblo y Malva, se desviaron para coger el camino de Los Terreros, que sube a la ermita desde Bustillo del Oro, con las luces del coche apagadas hasta acercarse a unos quinientos metros del Palomar de Saturnino, el resto del camino lo hicieron a pie, para llegar sigilosamente sin ser vistos. Cerca ya del palomar, cruzaron por las tierras. Una vez que estaban detrás, al rodearlo, por la parte que da a Castronuevo, y doblar la esquina vieron que la puerta estaba entreabierta, no había nadie por allí, el furgón seguía del mismo lado y la mujer desconocida de Toro con un hijo en el Ferral se suponía que seguiría con su vigía, en la ermita, debajo de la espadaña, del lado de Malva, de pronto, vieron a lo lejos, al lado del palomar-molino de Juan Misól, la silueta de un hombre caminando y se metieron corriendo por la puerta del palomar, con las prisas, a punto estuvo el chico de Malva, que también vive en Zamora y trabaja en una multinacional de caer en el agujero de la boca del túnel, de no haber sido por encender, la otra chica, que también vive en Zamora, de Malva, al lado de otro centro comercial, una de las linternas que llevaban, al ver el agujero en el suelo y los pasones que bajaban al túnel, sin pensarlo y sintiéndose perseguidos, se metieron por el túnel, creían que los había visto el hombre del otro palomar, pero no los había visto, era el chaval andaluz de sariana azul y bicicleta, que había salido un momento de su túnel a estirar las piernas.
Mientras el forastero, con el tabardo en la mano, gallego de Combarro, estaba haciendo uso del soplete, quemando la superficie de los troncos, que se suponía, liberarían la rueda de piedra.
Caminaron agachados por el túnel, hasta que se toparon con la mole de piedra que interrumpía el camino, asustados sin saber que hacer, cuando se disponían a retroceder, oyeron como un crepitar, un ruido sordo como cuando se pisan cenizas, de pronto la rueda de piedra por arte de magia, creyeron ellos, comenzó a deslizarse girando suavemente, dibujando una abertura en forma de una medía luna, que poco a poco se hacía más grande, despejando el camino, hasta convertirse, en luna llena, en un circulo, viendo que el túnel continuaba, otra vez de forma rectangular, avanzaron en la oscuridad con la ayuda de las linternas, a pocos metros más, se encontraron con un espacio, más grande, cerrado, cuadrado de unos tres metros de lado, por un metro y medio escaso de altura. No podían dar crédito a lo que sus ojos veían, cuatro cajones de madera, uno de ellos bastante más grande que los otros, intentan abrirlos, pero están clavados y bien clavados, parece que pesan bastante. Deben de avisar a las autoridades y al pueblo entero, lo más rápidamente posible. Piensan en dividirse, unos intentaran bajar al pueblo y otros se quedarán allí. No es tiempo de explicar él por qué. El chico que siendo también de Malva, vive en algún pueblo de Cáceres, tiene una mano vendada, se hizo daño al arrastrar, jugando al perrero, la chica de Malva, que vivía en Zamora cerca de un centro comercial, y la otra chica, que también vive en Zamora, de Malva, al lado de otro centro comercial. Son los que bajaran. Vuelven tras sus pasos, pasan por la zona de la piedra y cuando comienzan a subir los pasones, que dan acceso al palomar cuadrado, el cañón de una pistola los hace detener.
El piso del túnel tenía en la zona de la rueda