En la
España de Quevedo, en el Siglo de Oro, era común que la gente orinara en las
esquinas, en los portales o en las mismas
puertas de las
casas. Para evitar estas evacuaciones, algunos vecinos ponían en las puertas y paredes especialmente críticas o atractivas, una
cruz o algún
santo.
Por lo visto, Quevedo tenía la
costumbre de utilizar comúnmente un determinado portal como urinario. Un día se encontró en él una cruz y a pesar de todo, siguió cumpliendo con su costumbre, por otra parte tan natural.
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