Entre la pesadez de la cena y la de nuestros cuerpos, teja que pisábamos, teja que cascaba, por mucho celo que pusiéramos en evitarlo, hasta que llegamos al borde del
tejado, y sentados, con las piernas rescolgando, observamos que, en el
corral de la
casa que acabábamos de atravesar, había ropa tendida.
- Chacho, yo creo que eso de ahí son servilletas colgadas.
- Claro, si han comido y las han manchado, lo mejor es lavarlas y tenderlas pa que se sequen.
- Pero, ¿a ver si va a haber gente en casa?
-
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