CASTROVERDE DE CAMPOS: PÁGINA Nº 12....

PÁGINA Nº 12.

Léxico del español::
El léxico del español está constituido por alrededor de un 70 % de palabras derivadas del latín, un 10 % derivadas del griego, un 8 % del árabe, un 3 % del gótico, y un 9 % de vocablos derivados de distintos idiomas.

De las lenguas prerromanas de la península (íbero, euskera, celta o tartesio) existen bastantes topónimos, algunas palabras (barro, perro, cama, gordo, nava) y algún antropónimo aislado, como Indalecio.

El asentamiento de pueblos germánicos como los visigodos, los vándalos o los suevos insertó bastantes nombres de pila (Enrique, Gonzalo, Rodrigo) y sus respectivos apellidos (Enríquez, González, Rodríguez), el sufijo -engo en palabras como «realengo» y vocabulario referente a la guerra como «yelmo» y «espía».

Además, la ya mencionada época musulmana dio paso a la adopción de numerosos arabismos. En morfología, cabe apuntar que viene del árabe el sufijo -í de gentilismos tales como «ceutí» o «israelí».

En el siglo xvi se introdujeron numerosos italianismos referentes a las artes, pero también gran número de palabras indígenas o americanismos, referentes a plantas, costumbres o fenómenos naturales propios de esas tierras, como batata, papa, yuca, cacique, hamaca, huracán, cacao, chocolate; procedentes del náhuatl, las lenguas mayenses, las lenguas arahuacas (primordialmente el taíno) y el quechua.

En el siglo xvii entraron numerosos cultismos por influjo de la lengua gongorina o culterana.

En el siglo xviii, galicismos o palabras tomadas del francés referentes sobre todo a la moda, la cocina y la burocracia como puré, tisú, menú, peluquín, maniquí, restorán/restaurante, buró, carné, gala y bricolaje, entre otras.

En el siglo xix, se incorporaron nuevos préstamos, sobre todo del inglés y el alemán, aunque también del italiano en ámbitos referentes a la música, en particular la ópera (batuta, soprano, piano, radio), y la cocina. En el siglo xx se acentuó muchísimo la presión del inglés en los campos de la tecnología, la informática, la ciencia y el deporte: set, penalti, fútbol, e-mail, Internet, software. Todos estos son conocidos como préstamos lingüísticos.

Sin embargo, la Real Academia Española ha hecho, durante estos últimos años, grandes esfuerzos para evitar el uso de estos vocablos proponiendo alternativas más acordes con la ortografía tradicional del español (entre otros muchos ejemplos: zum en lugar de zoom, correo electrónico en lugar de e-mail, fútbol en lugar de football…).

Aunque la mayoría de estas iniciativas han ido calando en la sociedad, ciertas propuestas no han tenido demasiada acogida, a pesar de ser recomendadas por la RAE.

Por lo general, América es más susceptible a los préstamos del inglés o anglicismos (“mouse”, en España: “ratón”), debido en buena medida al contacto más cercano con Estados Unidos.

Por su lado, España lo es a los galicismos o palabras tomadas de la vecina Francia (como el galicismo “ordenador” en el español de la península ibérica, en contraste con el anglicismo “computadora” o “computador” en el español americano).

Respecto a las lenguas eslavas, la mayoría de los préstamos proviene del idioma ruso. No obstante, también hay palabras en español que provienen del checo y del eslovaco.

La mayoría de los préstamos del checo se asimilaron al español a partir de otras lenguas, como el francés y el inglés, con origen checo, como pistola o robot. No obstante, la mayor parte de las palabras provenientes del checo son sustantivos epónimos. 377

Sistema de escritura
ORTOGRAFÍA DEL ESPAÑOL
EL ESPAÑOL se escribe mediante una variante del ALFABETO LATINO con la letra adicional «ñ» (eñe) y los dígrafos «gu», «qu», «rr», «ch» y «ll», considerados estos dos últimos como letras del abecedario desde 1754 hasta 2010, y que estuvieron listados aparte de la «c» y de la «l» entre 1803 (cuarta edición del DRAE) y 1994, debido a que representan un solo sonido, distinto de las letras que lo componen.

Así, el alfabeto español está formado por veintisiete letras: «a», «b», «c», «d», «e», «f», «g», «h», «i», «j», «k», «l», «m», «n», «ñ», «o», «p», «q», «r», «s», «t», «u», «v», «w», «x», «y» y «z».

Los dígrafos «ch» y «ll» tienen valores fonéticos específicos, por lo que en la Ortografía de la lengua española de 1754 comenzó a considerárseles como letras del ALFABETO ESPAÑOL y a partir de la publicación de la cuarta edición del DICIONARIO DE LA LENGUA ESPAÑOLA EN 1.803 se ordenaron separadamente de «c» y «l», y fue durante el X Congreso de la ASOCIACIÓN DE ACADEMIAS DE LA LENGUA ESPAÑOLA CELEBRADO EN MADRID EN 1994, y por recomendación de varios organismos, que se acordó reordenar los dígrafos «ch» y «ll» en el lugar que el alfabeto latino universal les asigna, aunque todavía seguían formando parte del abecedario. Con la publicación de la Ortografía de la lengua española de 2010, ambas dejaron de considerarse letras del abecedario.

Además, a diferencia de otros idiomas en el resto del mundo, el español es el único idioma que emplea signos gráficos de interrogación y exclamación de apertura que no poseen otras lenguas (« ¿» y « ¡»), los cuales se ponen al inicio de la pregunta o exclamación, y al final de la pregunta o exclamación sus respectivas contrapartes de cierre («?» y «!»).

De esta manera se puede diferenciar al español de otros idiomas en referencia a la creación de preguntas y exclamaciones (nótese que estos signos de apertura fueron introducidos en la segunda edición de la Ortografía de la Real Academia de la Lengua).

Estos signos especiales facilitan la lectura de preguntas y exclamaciones largas que oralmente solo se expresan por variaciones de entonación.

En otros idiomas « ¿» y « ¡» no son necesarios debido a que su sintaxis oral no causa ambigüedad al ser leída, ya que existen inversión de sujeto, auxiliares especiales, locuciones —por ejemplo: Is he coming tomorrow?, Vient-il demain?, Kommt er morgen?, ¿Viene mañana?—.

Las vocales constituyen siempre el centro o núcleo de la sílaba, aunque la «i» y la «u» pueden funcionar como semiconsonantes antes de otro núcleo vocálico y como semivocales después.

Un núcleo vocálico de sílaba puede sonar más fuerte y alto que los restantes núcleos silábicos de la palabra si lleva el llamado acento de intensidad, que se escribe según unas normas ortográficas con el signo denominado acento ortográfico o tilde para marcar el golpe de voz cuando este no sigue el patrón habitual, o para distinguir palabras que se escriben igual (véase acento diacrítico).

Además, la letra «U» puede llevar diéresis («ü») para indicar que es pronunciada en los grupos «güe» y «güi».

En la poesía, las vocales «i» y «u» pueden llevar también diéresis para romper un diptongo y ajustar convenientemente la métrica de un verso determinado (por ejemplo, «ruido» tiene dos sílabas, pero «ruïdo» tiene tres).

EL ESPAÑOL es una lengua que posee una marcada tendencia antihiática, por lo cual suelen reducirse en el habla relajada los hiatos a diptongos, e incluso reducirse estos a una sola vocal: indoeuropeo > *indouropeo > *induropeo; ahora > *ahura > *ara; héroe > *herue.