CASTROVERDE DE CAMPOS: ZAMORA HUMILDE - "INVIERNOS NEGROS"":: PÁGINA Nº 4...

ZAMORA HUMILDE - "INVIERNOS NEGROS"":: PÁGINA Nº 4
En las entrañas de Pinilla, a pie por la calle Amor de Dios, Adoración avanza con las dificultades que le provoca una pierna “mal operada”. Procedente de Cabañales, su día a día le deja poco espacio para tonterías: “No se cómo vamos a pasar este invierno”, alerta la zamorana, que lleva en su mochila particular a un marido en el hospital y a un hijo que es profesor y al que “este año no han llamado”. Sin calefacción, el precio de la luz también amenaza el bienestar de su gente en un horizonte próximo. Si nada cambia, muchas familias verán puesta a prueba su capacidad para resistir, especialmente en zonas de la ciudad donde se ven historias humanas de auténtica precariedad. Un ejemplo paradigmático se encuentra en el entorno de Rabiche, según atestigua uno de los habitantes de esa parte de Zamora. Su nombre es Manuel de Nacimiento y sus circunstancias económicas le permiten llevar una vida más desahogada que la de los vecinos que le circundan. Ahora bien, eso no quiere decir que esté saliendo indemne de la espiral alcista. Como trabajador de la construcción jubilado, los ingresos mensuales “no crecen al mismo ritmo” que las facturas de la luz y los precios de la compra: “Nosotros todavía aguantamos, pero a ver los jóvenes”, alerta. En eso de resistir, José Cuesta tiene callo. En estos días de noviembre, el vecino de la calle El Roble, en la zona de La Alberca, va solventando sus quehaceres “como se puede”. Uno de ellos será la compra del gasoil para la caldera y ya va pensando en pagar más de la cuenta: “En este barrio hay de todo, aunque la pensión es muy baja”, analiza el octogenario, que se muestra razonablemente optimista pese a todo: “Mientras haya para pagar la comida y la luz, bien. Al teatro no vamos a ir”. Vecinos conversan en la calle. ANA BURRIEZAUnos metros más arriba, cerca de las pistas deportivas, el discurso cambia: “Lo de los precios ya sabes tú como está, igual que en toda España. De lo que tenéis que hablar es de la situación del barrio. Por aquí no pasa el barrendero y en la pista juegan los niños y mira cómo está”, repasa un vecino mientras pasea al perro. Al ser cuestionado por la respuesta que da el Ayuntamiento a estas quejas, un adolescente reacciona encogiéndose de hombros y con un comentario despectivo. En la parroquia ubicada en el entorno del barrio, Francisco Díez, conocido como don Paco, forma parte activa de la resistencia contra los sueldos bajos y la precariedad. Gracias al impulso del religioso y a la colaboración del Banco de Alimentos, 45 familias se llevan la comida cada día: “Las peticiones han crecido y siguen aumentando”, certifica el cura. El problema de los costes puede parecer complejo, pero al final se basa en una cuestión comprensible para todos: “Un kilo de mandarinas cuesta tres euros; ha subido mucho y los sueldos no”, resume, al pie de la calle Peña Trevinca, una pareja de San José Obrero... NAZARIO MATOS..