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CASTROVERDE DE CAMPOS: PAÍSES BAJOS Y RUTA JACOBEA:: PÀGINA Nº 4Las esferas...

PAÍSES BAJOS Y RUTA JACOBEA:: PÀGINA Nº 4Las esferas plateadas del Atomium, representando los nueve átomos de un cristal de hierro alfa, son los espejos que en la noche reflejan cientos de luces trocándolas en una luciérnaga gigante. Premonitorio acierto de su promotor, el ingeniero Waterkeyn, al proponerlo como emblema de la Exposición Universal de 1958, celebrada en Bruselas. Paseando es fácil encontrarse con algún personaje de cómic, pintado a gran escala en las fachadas. Hay como unos veinte y lo consideran una manera de homenajear a sus dibujantes. Otro de los símbolos de la ciudad es el Manneken Pis, la escultura de un niño orinando en una fuente. Virginia no entiende por qué algo tan soso tiene tanta fama.— ¡Qué raros son estos belgas, después de todo! —dijo Virginia—. Mira que tener esto como uno de los símbolos de la ciudad.—Raros ellos y los turistas —repuso Teresa—, porque parece que es obligado ir allí. Además, según dice el folleto, lo visten de bombero y con otros trajes gremiales en determinados días.—Sí. Tienen incluso una Asociación de Amigos del niño ese. Sobre él hay una leyenda muy bonita. Cuentan que en el siglo XIV, en las murallas había muchas bombas, y que un niño fue orinando y apagando las mechas… De esta manera se salvó la ciudad.—Ahora —terció Sergio— también han colocado la estatua de una niña haciendo pis.—Debe ser por eso de la igualdad —comentó María con cierto aire displicente.—Pero esta no es la estatua original —insistió Virginia—. Leí que la auténtica fue robada en varias ocasiones, la última, hacia los años sesenta. Tuvo un gran eco mediático. Cuando apareció tenía tanto relieve internacional que todo el mundo venía a hacerle fotos.—Lo mismo ocurrió cuando robaron el Códice Calixtino de la Catedral de Santiago —puntualizó Clara, mientras escribía en la tablet la entrada para el blog—. Nadie, salvo los eruditos, valoraba el libro, pero cuando apareció fue expuesto al público y se formaban grandes colas para verlo. Muchos se enteraron entonces de su existencia. Al final del día, Clara subió al blog el siguiente texto: El Palacio Real de la Moneda y el Museo del Cómic, donde los amantes de Tintín pueden admirar a su héroe, son también un atractivo para el viajero. Pero, más allá de los monumentos, en Bruselas se come y se bebe muy bien. Los degustadores de cerveza disfrutan de lo lindo con esta bebida de fama, y también es típico el vino caliente con azúcar, una costumbre que se pierde en la noche de los tiempos, cuando se empleaba para combatir el frío del invierno. En Asturias y en Galicia aún perdura esta tradición, y las menciñeiras lo recetan para curar los catarros. El Delirium Café es casi visita obligada para los amantes de la cerveza, donde tienen una variada oferta. Carnes, aves, salchichas y quesos constituyen la base de la gastronomía bruselense que se sustancia en una simbiosis entre la cocina francesa y la alemana. En las famosas friterías de la calle, al estilo de los puestos de churros españoles, se pueden comprar sabrosos tentempiés para comerlos paseando o en algún rincón agradable. Tienen fama las patatas fritas recién hechas que sirven en un paquete, acompañadas de variedad de salsas, que se suelen comer dando un paseo o sentados a la sombra. Pero el rey de las cosas de comer es el chocolate, el buen chocolate negro. Los belgas empezaron con su elaboración poco tiempo después de haberlo traído del Nuevo Mundo los españoles. Son los grandes magos del cacao y los inventores del praline. En algunos escaparates tienen fuentes que manan chocolate, auténtico elixir de la eterna juventud, piedra filosofal, oro de los alquimistas, provocador de éxtasis en los transeúntes que pegan su nariz golosa a la vitrina.—Realista, sí señor –dijo Sergio—. Cualquiera que lea esto, viene a Bruselas corriendo, aunque solo sea para ver los escaparates de chocolate y darse un pequeño banquete. Monasterio de Leyre, una joya del románico en el Camino de Santiago a su paso por la Navarra Media. La Cruz de Ferro y Manjarín, dos puntos emblemáticos en el Camino de Santiago (De mi novela El Códice de Clara Rosenberg. De Roncesvalles a Compostela),, NAZARIO MATOS..