CASTROVERDE DE CAMPOS: PÀGINA 3ªSubir al Malfije:...

PÀGINA 3ªSubir al Malfije:

Ya estamos en el día de la boda. Antes de comer, cuando la boda salía por el pueblo, a los novios se les subía hasta El Malfije (13). Allí había un hoyo en el suelo en el cual tenían que mear tanto el novio como la novia. Rodeados por los invitados, primero la novia y después el novio, debían cumplir con este rito. Los había que sí lo hacían, otros en cambio lo simulaban; dependía de lo pesados que se pusieran los de la boda para que
los novios no tuviesen más remedio que cumplir con la costumbre.

Ajustar la burra:

Después de la cena, antes de ir al baile, los mozos por un lado se llevaban a la novia y las mozas hacían lo propio con el novio. No les dejaban estar juntos en toda la noche hasta que el novio no daba por ella el dinero que pedían. Solían pedir bastante para así tenerlos separados hasta que terminaba el baile, y, a veces, hasta el amanecer. Era una costumbre algo pesada, llegando incluso a disgustar a las familias de los contrayentes, pues a esas horas con tanto vino y licor las cabezas no regían.

Las bromas

Los mozos y mozas urdían la preparación de alguna broma a los novios (14). Solían atar debajo del somier, dónde presumiblemente se iban a acostar, esquilas y cencerros, que al meterse en la cama comenzarían a sonar. Los mozos permanecían en la calle próximos a la casa para armar alboroto una vez oyesen los cencerros.

Como las amigas de la novia solían ser las encargadas de prepararles la cama a los novios, aprovechaban la oportunidad para poner una sola sábana en la misma, o hacer la "petaca", que no es otra cosa que doblar las sábanas de forma que al meterse en ella no pudiesen estirar las piernas.

Todo este montaje bromista se iba al traste desde el momento en que algún familiar se prestase a que los novios pasasen la "noche de bodas" en su casa. No era de extrañar esta burla a los mozos por parte de la pareja pues eran bromas que ya conocían los novios.

La cencerrada:

Cuando se celebraba algún matrimonio en el que alguno de los contrayentes, o los dos, eran viudos, se armaba un follón de padre y muy señor mío. En días precedentes, la víspera, y en el mismo día de la boda, los mozos, niños y mujeres iban en ruidosa comitiva de casa del novio a la de la novia haciendo sonar cencerros, latas y cacerolas.

A pesar de que la boda se celebraba a primeras horas de la mañana, no se libraban de la cencerrada. Esta estaba rodeada de gran parafernalia, ya que se aderezaba un carro, se colocaba un toldo, a modo de palio, donde se montaba a los novios; los protagonistas de este montaje se disfrazaban con rodaos y de la forma más chabacana posible. De esta forma se recorría el pueblo haciendo gran alboroto, seguidos de toda la chiquillería, de mozos y adultos (15).

La tornaboda:

Esta costumbre no tenía arraigo en esta localidad, aunque sí estaba presente en los ritos de boda de algunos pueblos de la Tierra de Campos, o de los que rodean la comarca (16).

Como antes apunté, al día siguiente de la boda se juntaban a comer los padres de los novios y hermanos, el nuevo matrimonio y los acompañantes, que habían sido celosos vigilantes de la pareja. Después iban todos al baile con lo que se daba por concluida la boda.

La luna de miel:

Esta costumbre antiguamente tenía poco arraigo entre las gentes de los pueblos, no así ahora que es como una obligación salir de "viaje de novios". Para la gente humilde la "luna de miel" era ir a trabajar al día siguiente.

Hay que exceptuar a algunos pudientes que sí podían hacer un viajecito, concretamente a Madrid o a la capital de la provincia.

NOTAS

(1) Las bodas en sus modos de celebración han ido cambiando poco a poco. Algunos aspectos de las mismas nos retrotraen a los años veinte. Otros ritos aún se han mantenido hasta apenas tres décadas, pero hoy en día apenas se continúa con esas costumbres, al tiempo que se han ido implantando otras nuevas. La información recibida ha sido de personas que rondan los 70 años:

Demetrio Fernández 66 años
Angeles Herrero 69 años
Ildefonsa Herrero 68 años
Sarvelio Villar 70 años

(2) No tenía una especial relevancia, pues la costumbre de hacerse los novios los regalos de pedida es bastante reciente, aunque toda la preparación de la boda con todo lo que llevaba implícito, requería un tiempo.

(3) Los invitados, cuando se trataba de primos en primer grado, al ser familias de bastantes miembros, eran dos por casa. Este también era el número de los invitados por casa, de amistades o vecinos.

(4) La fórmula utilizada por el Sr. cura, era, y aún sigue siendo más o menos igual: "Quieren contraer matrimonio canónico fulano de tal, natural de... hijo de... y de... con menganita de tal, natural de... hija de... y de... Si alguna persona conoce algún motivo por el cual este matrimonio no pudiese celebrarse, debe comunicarlo...

(5) Este deriva de la fórmula que se utilizaba para la presentación o el ofrecimiento de los regalos de boda: "Yo te mando un celemín de lentejas", "Yo te mando... una fanega de garbanzos", "Yo te mando media docena de sillas". Lo que no me han sabido explicar los informantes es el nombre dado a esta amonestación: la de "las manos".

(6) Es un juego de cartas para varios jugadores, siempre un número par (2, 4, 6, 8). Se eligen de cada palo las siguientes cartas: 3, 2, as, rey, caballo, sota y siete; el valor, de mayor a menor, es ese. Cada jugador recibe tres cartas. En su enfrentamiento con un jugador del equipo contrario, de las tres bazas posibles hay que ganar dos. Se juega al mejor de dos panillas; cada panilla es de 21 tantos. En cada jugada se pueden hacer, uno, tres o seis tantos depende cómo se plantee la jugada.

(7) Las casas no disponían de vajilla o mobiliario suficiente para hacer frente a este tipo de celebraciones, había que recurrir a familiares, vecinos y amigos quienes prestaban platos, vasos, cubiertos, mesas y sillas, que se marcaban para saber a quien pertenecía cada cosa. La costumbre que había en las casas de comer todos de la cazuela, en la boda no llegaba a tanto pero, sobre todo en niños y jóvenes solía ponerse un plato para dos, de ahí que los mocitos y mocitas se emparejasen previamente para comer en el mismo plato.

(8) Se recurría para el baile al dulzainero que no solía faltar en esta localidad -un bisabuelo y un tío abuelo de quien esto escribe tocaban la dulzaina-. Pero lo más socorrido era el organillo, que se alquilaba. En Castroverde había una familia que se dedicaba a afinar pianillos y los alquilaba para las bodas y fiestas. También contaba el pueblo, aparte del baile del Casino sólo para las familias acomodadas, con un salón de baile: La Casa de la Manceba, que contaba con uno de estos pianillos y que también alquilaban para bodas. Se colocaba en un carro tirado por un burro y se recorría haciendo paradas en las plazuelas donde se formaba el baile. NAZARIO MATOS