LA SECA: Y EL EMIGRANTE QUISO RECORRER SU VILLA...

Y EL EMIGRANTE QUISO RECORRER SU VILLA
Aquel hombre con sus 65, años, en aquella visita del año 2002. quiso volver a su tierra, y poder recorrer su villa, en La Profunda Castilla. Cuando su familia emigro al extranjero, él tenía tan solo 8, años, y aunque su memoria era fabulosa, había ciertos detalles que los tenía olvidados. Con un flamante automóvil, llegó a la Plaza de España, donde aparcó sin demasiados problemas. Venía acompañado de su esposa, española como el, y sin preguntar a nadie, ya que ninguna persona le reconocía, empezó a moverse por su itinerario, subiendo por la Calle Real, luego recorrió la calle del Pozo Bueno, con idea de ver como se encontraba aquel hospital lasecano, y al ver un grupo escolar en su sitio, pensó aquí fue donde me pusieron la primera inyección de mi vida, y donde pase algún mal rato, continuando su caminar hacia la Plaza, llegó a pasar por lo que fue la Casa del Pueblo, convertida en cine después de la guerra incivil, y saliendo por La Saleta, caminó por la Calle del Pino, primera calle de aquella Villa Castellana, que en esas fechas cumplía 500, años de su fundación, pero que nada ni nadie quiso recordar, tan solo en escritos informales, se podía leer algunos hechos de aquella época. Que ningún alcalde llego a recordar con algún acto, que diera lugar a dejar marcados sus inicios de villa, que fueron comprados en el año de 1629. Siendo un ilustre de esa Villa, quien pusiera, 2,900,000, maravedíes, para el título de Villazgo. Don Alonso Cantalapiedra. ya que dicho título llegó a costar en aquel año, casi siete millones de maravedíes. Y que fue anterior al conseguido por el pueblo vecino de Rueda, el año 1636. Siguiendo el camino por el centro de la Villa de La Seca, paseo por debajo de sus soportales, recordando la Farmacia de los Cantalapiedra, cuando él era niño, quiso recordar la Quesería, y los bodegones de la Calle de San Roque, subiendo hasta su ermita, lugar que tenía metido en su memoria, y desde el alto, intento entender todo aquel valle que a veces fue de lágrimas, comentando a su esposa, esta Villa me recuerda la canción de Serrat, “Pueblo Blanco”. Siempre la lleve conmigo, aunque fuera un niño cuando emigramos, mi familia me hablaba de esta tierra, que en aquellos duros años, de emigración y pobreza, nos dejó sus huellas profundas. Sin dejar de hacer comentarios, continuo por el alto del campo aquel, hasta La Granja, lugar donde siendo niño había subido hasta su cruz algún día, y desde allí viendo en pleno el cementerio, lugar donde sus abuelos descansaban eternamente. Y sin perder demasiado tiempo, bajo por donde él llamaba el Huerto del Tío Porrona. Y donde desde su infancia, pudo comprobar, como funcionaba la noria, con un burro tapado los ojos, que le impresiono siendo niño. Su memoria era un archivo viviente, incluso se acordaba del Tío Aguador, que tenía un majuelo muy bien cuidado en La Guija. y bajando Al Rancho, pregunto por las dos Fraguas de Los Ajos, una convertida en cafetería restaurante, y caminando hasta la Plaza por la Calle del Cristo, aun se acordaba de los muertos, que les llevaban al Cementerio, por ese lugar, y donde cuando existían tormentas en el verano, el agua inundaba las casas. Al volver a la Plaza, subiendo en su coche, se dirigió a la Bodega Cooperativa, donde compraría varias bebidas de la tierra. Luego más tarde, se quedaría a comer en su Villa, sin nadie llegarle a reconocer, ni siquiera a preguntarle quien era, y al llegar la noche, sin esperar más se dirigió, hasta el Parador de Tordesillas, un fabuloso paisaje de pinares, cerca del río Duero. para el día siguiente continuar su camino, en dirección a Valladolid, y así cumplir su compromiso con su propia memoria. Y poder explicar a su esposa, donde estaban las raíces de sus antepasados que le dieron la vida, sin olvidarse nunca de ellos. G X Cantalapiedra.