Sonia y yo cenábamos en una terrazita al aire libre. Desde la discreta esquina que había reservado dos días antes para celebrar nuestro compromiso, podía contemplar al resto de comensales y “etiquetarlos”. Una manía como cualquier otra que adquirí durante los tremendos atascos que siempre hay en Madrid.
“ ¡Es la chica de la perfumería!”, exclamé para mí al reconocerla entre un grupo, bastante animado por cierto, de hombres. La conocí cuando entré hace un mes a comprar una loción para la caída ... (ver texto completo)
“ ¡Es la chica de la perfumería!”, exclamé para mí al reconocerla entre un grupo, bastante animado por cierto, de hombres. La conocí cuando entré hace un mes a comprar una loción para la caída ... (ver texto completo)