El lío de los apellidos se enreda más en el Congreso
Cuando el Gobierno remitió el verano pasado al Congreso la reforma legal que otorgaba por primera vez iguales derechos a padre y madre para determinar el orden de los apellidos de su hijo recién nacido y establecía como solución para los desacuerdos el orden alfabético, se desató uno de los más encendidos debates políticos y sociales.
Políticos, expertos y ciudadanos tomaron postura a favor o en contra, con matices o sin ellos, y el ministro de Justicia, ante el tamaño de la polémica, anunció que el Ejecutivo no se oponía a cambiar la fórmula del orden alfabético si durante el debate parlamentario era posible hallar una solución mejor que generase consenso entre los grupos.
El resultado de varios meses de contactos entre las fuerzas políticas es que la reforma legal ha llegado a su fase de enmiendas sin acuerdo alguno para solucionar los desacuerdos y con la presentación por parte de los grupos de hasta cuatro fórmulas alternativas a la del Gobierno.
Lo único que sí parece claro es que cuando se apruebe la ley, posiblemente en mayo, el orden alfabético no será el sistema utilizado para registrar a los bebés en los casos en que los padres no se pongan de acuerdo. Todos los partidos, incluido el PSOE, creen no es el mejor sistema.
Al menos tiene dos problemas. El primero, el serio de riesgo de que los Zapatero, Rajoy o Rubalcaba, o cualquier otro apellido de la segunda mitad del abecedario, tiendan a la extinción en favor de los Aznar o Botella, ya que el registro que se haga de la filiación del hijo mayor será el que se aplique después al resto de la prole.
Cuando el Gobierno remitió el verano pasado al Congreso la reforma legal que otorgaba por primera vez iguales derechos a padre y madre para determinar el orden de los apellidos de su hijo recién nacido y establecía como solución para los desacuerdos el orden alfabético, se desató uno de los más encendidos debates políticos y sociales.
Políticos, expertos y ciudadanos tomaron postura a favor o en contra, con matices o sin ellos, y el ministro de Justicia, ante el tamaño de la polémica, anunció que el Ejecutivo no se oponía a cambiar la fórmula del orden alfabético si durante el debate parlamentario era posible hallar una solución mejor que generase consenso entre los grupos.
El resultado de varios meses de contactos entre las fuerzas políticas es que la reforma legal ha llegado a su fase de enmiendas sin acuerdo alguno para solucionar los desacuerdos y con la presentación por parte de los grupos de hasta cuatro fórmulas alternativas a la del Gobierno.
Lo único que sí parece claro es que cuando se apruebe la ley, posiblemente en mayo, el orden alfabético no será el sistema utilizado para registrar a los bebés en los casos en que los padres no se pongan de acuerdo. Todos los partidos, incluido el PSOE, creen no es el mejor sistema.
Al menos tiene dos problemas. El primero, el serio de riesgo de que los Zapatero, Rajoy o Rubalcaba, o cualquier otro apellido de la segunda mitad del abecedario, tiendan a la extinción en favor de los Aznar o Botella, ya que el registro que se haga de la filiación del hijo mayor será el que se aplique después al resto de la prole.