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SORIA: Soria en la literatura...

El eco de Numancia

La ciudad de Soria tiene el privilegio de contar con una antecesora como Numancia, que ha sido capaz de inspirar poesía a lo largo de más de 2000 años. Se hallan sus ruinas en el término municipal de Garray, a sólo 7 kilómetros de esta capital. Es fácil comprenderlo, sin embargo, porque pocos nombres hay en el mundo hispánico de más amplia proyección universal a lo largo del tiempo que el de Numancia. Si la resistencia heroica de la ciudad celtíbera significa uno de los hechos más asombrosos de la Historia, es en la muerte misma de sus habitantes (que prefieren quemar la ciudad y suicidarse antes que caer en manos de Roma) donde hay que admirar la honda grandeza de esa gesta gloriosa, gesto dignísimo de altiva independencia y de amor insobornable a la libertad.
Tan intensa y profunda fue la impresión ejercida en la Roma dominadora por el heroico comportamiento de los valientes defensores de Numancia que, tiempo después de tal hecho sin precendentes, los más altos poetas clásicos recordarán con asombro y respeto a la urbe celtíbera. Horacio, en las Odas, pide a Mecenas que no pretenda acompasar los suaves sonidos de su lira a las largas guerras de "la feroz Numancia". Ovidio, en Los Fastos, se refiere al valor indomable de la heroica ciudad. Juvenal, en las Sátiras, exclama:

" ¡A qué las imágenes de tanto guerrero,
si juegas a los dardos toda la noche ante los numantinos!"

Y Propercio, en las Elegías, alude con admiración a los "renombrados" numantinos.
Entre los prosistas, cabe recordar las palabras de Séneca en el Libro de los Diálogos:

" ¿Qué decir del segundo Escipión? ¿No es cierto que el bloqueo de Numancia fue largo y penoso, y que sobrellevó serenamente este dolor suyo y del Estado en emplear en la conquista de Numancia más tiempo que en la de Cartago? Al circundar y encerrar al enemigo, ¿no le obligó a perecer por su propia espada?"

Y en una de sus Cartas a Lucilio, se pregunta el filósofo hispano-romano:

" ¿Qué, no crees tú igual la virtud de quien ataca duramente las fortalezas enemigas y las de aquel otro que, con resistencia increíble, sostiene el asedio? Grande es Escipión sitiando a Numancia y estrechándola y obligando a sus defensores invencibles a volver sus manos contra su propia vida; grande también el alma de aquellos sitiados que saben que no hay nada cerrado para el hombre, que tiene libre el paso de la muerte y que expira en los brazos de la libertad".

Pero aún son más expresivas (e incluso desgarradoras) estas palabras del Satiricón de Petronio:

"Al ser tomada Numancia por Escipión se hallaron madres que llevaban en el regazo los cuerpos de sus hijos medio comidos..."

Mas, al paso de los siglos, el nombre de Numancia no se olvida. Y como tema poético, reaparece a comienzos del siglo XVI en algunos romances de la literatura española, pasando a fines de esa misma centuria al teatro. Miguel de Cervantes recoge el tema numantino hacia 1581, en el momento de su iniciación teatral: su Numancia es, ante todo, una acertada fusión de lo épico y lo trágico, en lo cual reside precisamente su grandeza.
Durante el siglo XVII el tema prolifera en el largo poema La Numantina, de Francisco Mosquera de Barnuevo; en un romance y un soneto, debidos al parecer a Pinel y Monroy; así como en una estimable comedia: Numancia cercada, atribuida a Rojas Zorrilla.
En el siglo XVIII se suceden un soneto de un tal Juan de la Cruz (nada que ver con el santo y poeta homónimo); una mala comedia de López de Sedano; y la tragedia de Ignacio López de Ayala, Numancia destruida, cuyo éxito renueva el interés por el tema y contribuye a que se haga la primera edición (1784) de La Numancia cervantina, obra aún no publicada y que será reimpresa muchas veces desde entonces, llega a ser traducida a otras lenguas y llega a representarse durante el asedio francés a Zaragoza (1809), para que sus versos vibrantes robustezcan el valor de los aguerridos defensores. Otro tanto sucedía por aquellos años en la Alemania invadida también por los franceses: entre 1810 y 1813 se escribieron en lengua germana tres dramas sobre Numancia, y se hicieron dos versiones de la tragedia cervantina, lo cual mereció los más cálidos elogios de grandes literatos como Goethe

En 1818, Antonio Saviñón refunde la tragedia de López de Ayala, y en el teatro o en la poesía contribuyen con nuevas aportaciones al tema Antonio Pérez-Rioja, Conrado Muiños o Bono y Serrano, entre otros.
Ya en el siglo XX, en plena Guerra Civil se representa La Numancia de Cervantes en el madrileño Teatro Español (diciembre de 1937), en una "versión actualizada" hecha por Rafael Alberti. Esta versión (con la denominación de "modernizada") se representará poco después en Montevideo por la compañía de la célebre actriz Margarita Xirgu. Y en ese mismo año de 1937 se había ofrecido en París una adaptación francesa de esta obra, perpetrada por el actor y director Jean-Louis Barrault.
Terminada la Guerra Civil, se representarían al aire libre una adaptación realizada por el profesor Sánchez Castañer (en el teatro romano de Sagunto) y una versión de Nicolás González Ruiz (en Alcalá de Henares). Luego, con motivo del XXI Centenario de la gesta celtíbera, tuvo lugar en la temporada 1966-1967 una representación en el Teatro Español, tan "actualizada" que los romanos aparecían en escena con cascos y uniformes nazis. El poeta y profesor Jose María Valderde escribió en 1954 una tragedia numantina ahistórica, en la que tanto numantinos como romanos aparecían caracterizados y armados a la moderna.
Y son varios, también, los poetas de nuestro tiempo que cantan o evocan a Numancia: de entre todos ellos, cabe elegir a Gerardo Diego. Este ilustre montañés es el autor del soneto Revelación, una de las más inspiradas composiciones literarias que jamás haya inspirado la heroica ciudad:

Era en Numancia, al tiempo que declina
la tarde del agosto augusto y lento,
Numancia del silencio y de la ruina,
alma de libertad, trono del viento.

La luz se hacía por momentos mina
de transparencia y desvanecimiento,
diafanidad de ausencia vespertina,
esperanza, esperanza del portento.

Súbito ¿dónde? un pájaro sin lira,
sin rama, sin atril, canta, del ira,
flota en la cima de su fiebre aguda.

Vivo latir de Dios nos goteaba,
risa y charla de Dios, libre y desnuda.
Y el pájaro, sabiéndolo, cantaba...

Soria en la literatura

Esa predestinación a ser cantada o evocada, que le viene a Soria (como hemos dicho) desde su antecesora, la brava Numancia, no podía comenzar más adecuadamente que el Poema del Cid. En efecto, la adscripción a las tierras sorianas de este primer "monumento" de la literatura castellana no lo es tan sólo en una parte de su geografía, sino en su posible atribución a un autor (o autores) de Soria. Don Ramón Menéndez Pidal (en sus primeras investigaciones) pensó en un sólo autor, un anónimo juglar de Medinaceli, que debió escribirlo hacia 1140, llegando a nuestros día en copia única, hecha en 1307 por Per Abbat; ya en 1961, el insigne maestro rectifica y cree que fueron dos sus autores: uno, de San Esteban de Gormaz, bastante antiguo y que poetizaba acerca de la realidad histórica; y otro de Medinaceli, más tardío y extraño a los hechos y que por eso mismo poetizaba con más libertad...
En 1906, el agustino y poeta soriano Conrado Muiños había defendido la autoría soriana del Poema, que él creía de Per Abbat, tesis que desarrollaría documentalmente en 1971 el profesor Timoteo Riaño. Para este estudioso, el tal Per Abbat (clérigo de Fresno de Caracena hacia 1220) escribió el Poema en 1207, con lo cual se retrasa en más de medio siglo su fecha, pero se afirma con precisión la sorianidad de su autor.
Si el eje de la geografía cidiana es el valle del Arbujuelo, al pie de la acrópolis de Medinaceli, su mayor precisión topográfica se halla en las referencias a Alcubilla del Marqués, Navapalos y San Esteban de Gormaz:

"a diestro dexan a Sant Esteban, mas cada aluon
entrados son los infantes al robledo de Corpes"

Lugar éste (donde tuvo lugar la célebre afrenta) que los estudiosos identifican con Castillejo de Robledo, villa eximida situada en Tierras del Burgo.
Otros dos poemas épicos medievales tocan también la geografía soriana: el de Los Infantes de Lara, que se desarrolla desde Salas de Los Infantes (Burgos) hasta la vega del río Ebrillos, el campo de Almenar y el valle del Araviana (lugar de la famosa batalla) y que se extiende a Omeñaca y la sierra del Almuerzo; y el de Fernán González, cuya topografía (el alfoz de Lara) roza las tierras altas sorianas del Noroeste. Tanto la geografía cidiana como la de los infantes de Lara pasarán por igual al Romancero y al teatro.

Por otra parte, el primer poeta castellano de nombre conocido, Gonzalo de Berceo, aludirá a Medinaceli y a otras localidades sorianas (como Olmillos y San Felices) en sus Vidas de Santos.
Pero todavía cabe añadir más. La toponimia soriana aparece en cuatro obras famosas del siglo XIV: el Libro de la Montería, de Alfonso XI; el de la Caza, del infante Don Juan Manuel; el de Cetrería, del Canciller Ayala; y el Libro de Buen Amor, del Arcipreste de Hita, uno de cuyos versos (el 1022) habla de la importancia ganadera de esta tierra:

"Rehalas de Castilla, con pastores de Soria..."

Ya en el siglo XV, hacia 1428, el marqués de Santillana es capitán-frontero en Ágreda, lo que le permite escribir sus dos Serranillas del Moncayo, en las cuales alude a Vozmediano y a Beratón:

"Ya se pasaba el verano
encima de Boxmediano
ví serrana sin argayo
andar al pie del otero."

****************

"En toda su montana,
de Trasmoz a Veratón,
non ví tan grata serrana."
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
Personalidades ilustres en Soria

En el siglo XVI, Ignacio de Loyola visita al teólogo soriano Diego Lainez (1535) en su casa-solar de Almazán. Y por la ciudad de Soria, a causa de circunstancias muy diversas, pasarán famosos escritores como fray Antonio de Guevara (prior, entre 1518-1520, del convento de San Francisco); fray Luis de León, que fue lector del ya extinguido convento de San Agustín durante los seis primeros meses de 1556; y Santa Teresa de Jesús, quien, para llevar a cabo la fundación ... (ver texto completo)