En la lejania Urbión, SORIA

Por lo que a mí respecta, bien temprano, antes de que aún hubiera experimentado la influencia benéfica de las monjas, me dio por declararle la guerra a todo ser viviente que pasase bajo el balcón de mi casa. Y al menor descuido de mi madre, o en cuanto se iba a la compra, y a pesar de sus recomendaciones de que me portase bien, utilizaba los tacos de leña que se usaban como combustible en la cocina económica a modo de arma arrojadiza contra los desprevenidos transeúntes, con el consiguiente riesgo...
Hasta ese viaje, lo más que me había alejado por la línea de ferrocarril de Pamplona no pasaba de los pocos kilómetros que dista la ciudad de la caseta del guardagujas de Valcorba, donde se hacía la bifurcación de trenes hacia Calatayud o Castejón. Sucedía en las ocasiones que, después de las primeras lluvias del otoño, el abuelo me llevaba con él a pasear los domingos por la mañana, unos trechos junto la vía, otros al lado de la carretera, en busca de las setas que crecían al pie de los chopos o...
Uno de los vecinos, el señor Florencio, tenía un carro tirado por una mula, quizá uno de los últimos que se vieron por la ciudad. El carro tenía dos enormes ruedas, más altas que nosotros, con sus radios de madera y las llantas de hierro, y en los varales de los costados se amarraba un toldo de lona blanca que lo cubría en forma de arco, a semejanza de las carretas de las caravanas que veíamos en las películas camino del Oeste, con los alevosos indios siempre al acecho de hacerles un buen corte de...