No sé si fue casualidad, o por alguna relación entre la causa y sus efectos, el caso es que al llegar el
verano mis padres decidieron llevarme al
pueblo con los abuelos. De seguro que los vecinos descansaron tanto como mis progenitores, al menos durante una temporada, con la misma certeza de que la
fauna en general, y sobre todo la
familia gatuna, en particular, maldijeron la hora en que aquel tabardillo apareció por Durueña. Y así fue como las lagartijas dejaron de tomar el sol confiadas y los habitantes
... (ver texto completo)