La cortina de la ventana se había pegado al cristal. El frío exterior en contraste con el calor del salón había convertido el vidrio en una pantalla muda de humedad. Según cambiabas el ángulo de la mirada se dibujaban figuras caprichosas, que unas veces parecían monstruos peligrosos y en otros ángeles benditos que venían a salvar aquella alma solitaria que dormitaba al otro lado del hielo desangelado, que tendía su alfombra de invierno sobre una plaza vacía. El silencio a veces dejaba oír el roce ... (ver texto completo)