En mi casa como en la mayoría de las casas de los pueblos faltaban muchas cosas de las que se podían prescindir y de otras necesarias, por supuesto. Lo que nunca faltaron fueron relojes y despertadores. En cambio mi tío no tenía quien lo despertara si tenía que madrugar y siempre mandaba algún chico suyo a buscar el "Gallo mecánico" a nuestra casa. El caso es, que el tenía una bicicleta y de tiempo en tarde nosotros se la pedíamos a él. Todo marchaba bien hasta que un día mi padre le propuso un cambio y previo acuerdo en el trato, el se quedó el despertador y nosotros la bicicleta. Pero como ya tenía despertador nuestro tío, pues entonces venía a que le dejáramos la bicicleta muy a menudo. Un día se cayó y la doblo de tal manera que parecía un ocho, con lo que nos quedamos sin bicicleta, ya que costaba más el collar que el galgo, el arreglo; era una bici vieja y nunca más se reparo y como es lógico, también nos quedamos sin despertador. Parece un cuento; pero es verdad.
Un abrazo.
Un abrazo.