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DEZA: El bueno de mi padre (q. e. p. d.), a quien echo de...

Difícil mundo el de la Botánica, decía en mi comentario anterior. A los diferentes nombres vulgares, añádele ahora los científicos.
Veamos como ejemplo:

Lavandula es un género de la familia de las lamiáceas, que contiene una treintena de especies conocidas como lavanda, alhucema, espliego o cantueso. Estas son matas, algunas escasamente leñosas, pelosas en muchos de sus órganos y con glándulas esenciales.
Presentan hojas opuestas, simples, enteras, dentadas o pinnatífidas. Poseen inflorescencias de tipo verticilastro dispuestas en pisos separados a lo largo del eje florífero o en una estructura compacta, axilados por brácteas “florales” (para diferenciar de una corona de brácteas que puede aparecer o no en lo más alto de la inflorescencia cuya función es atraer a los insectos polinizadores).
Las flores son pequeñas, con un cáliz tubular, casi actinomorfo, acostillado con 5 dientes cortos y un apéndice oblongo o romboidal en la parte superior. La corola es bilabiada, con el labio superior recto, erguido, formado por dos lóbulos. El labio inferior trilobado. Poseen cuatro estambres, didínamos y el ovario dividido en cuatro partes. El fruto se presenta en tetranúcula.

El bueno de mi padre (q. e. p. d.), a quien echo de menos, solía salir al campo de Soria -Santa Ana y alrededores- muy de mañana, en esos meses de nuestro corto verano que invitan a pasear, y con un amor cuasi franciscano, cortaba con su navajilla con sumo cuidado tallos de espliego -unos pocos de esta mata, otros pocos de la otra, pues decía que hay que respetar las plantas y no arrasar con ellas, y que la poda no sólo no era perjudicial, sino que la planta adquiría vigor, lo contrario si se arrancaba toda-. Con ellos hacía ramilletes y los llevaba a casa. Allí, con la misma paciencia, limpiaba el espliego separándolo de otras impurezas o hierbas extrañas, y en pequeños haces lo colocaba en talegas de tela que colgaba en los armarios de la ropa para que oliese bien.
Otras veces, se entretenía en macerarlo en alcohol, haciendo una esencia casera y muy personal con la que se restregaba la cara y el cuerpo.
Mi madre le decía que tuviese cuidado con la ropa, que se manchaba al contacto con este "mejunje".
De mis padres ya sólo queda el recuerdo y sus buenos ejemplos. Es la vida.