DEZA: ¿Por qué a los madrileños les llaman gatos?...

¿Sabías por qué decimos LLEVAR EL GATO AL AGUA queriendo significar que uno sale victorioso en una disputa?

Parece ser que tiene su origen en un juego infantil muy antiguo, con variantes en su aplicación, que ya practicaban griegos y romanos.

El juego consistía en que dos equipos tiraban de los extremos de una cuerda para desplazar al equipo rival hasta un objetivo. Éste solía ser una charca o riachuelo que se encontraba entre los dos grupos.

Ganaba quien conseguía que los contrarios fueran arrastrados al agua, muchas veces “a gatas” una vez perdida la verticalidad.

También hay quien asimila la resistencia de los jugadores a ser arrastrados al agua, al conocido rechazo de estos felinos al líquido elemento.

Un abrazo.

¿Por qué a los madrileños les llaman gatos?
En algún momento de nuestras vidas seguro que hemos escuchado como algunos usaban el término “gato” para referirse a los madrileños. ¿Verdad?

Dejando de lado la concepción de que el verdadero “gato” es aquel madrileño de padres y al menos, abuelos, también naturales de la villa de Madrid, hoy os traemos el origen de por qué a los madrileños les llaman gatos, curiosa leyenda que acompaña a los habitantes de Madrid.

Muralla árabe de Madrid, dibujada por Anton Van der Wyngaerde en 1562

Nos tenemos que remontar a la conflictiva época en que España estaba sumida en la invasión árabe. En el año 852, poco más de un siglo de quelas fuerzas árabes penetrasen en nuestra península, Muhammad I, hijo de Abderramán II fundó la villa de Magerit (actual Madrid).

Con ello edificó una fortaleza completamente amurallada que controlaría todo el valle del Manzanares y la Sierra del Guadarrama. En su interior se edificó una ciudadela y una mezquita que pasarían a llamarse “Almudaina”. ¿A qué os suena esto?

La muralla de Magerit se construyó con grandes bloques de pedernal extraídos de las canteras de la sierra madrileña. Sólida y virtualmente inexpugnable, la fortaleza contaba con tres puertas de acceso altamente vigiladas, las conocidas actualmente como puerta de la de la Vega, la del Arco Santa María y la de La Sagra.

Por supuesto contaba con altas torres cuadradas de corte árabe, tipo minarte, guarnicionadas en su interior en todo momento. ¿La razón de tales defensas? El hecho de que hubo constantes intentos de conquista de la ciudad desde el año 924 al mando del conde Fernán González, y posteriormente, en 968 por Ramiro II de León, quién aunque dañó seriamente sus murallas no pudo conquistarla.

Este último intento no sirvió para otra cosa que para que el califa Abderramán ordenase fortificar aún más Madrid. Sin embargo, en 1085, las tornas cambiaron pues las inexpugnables defensas de la ciudad de nada sirvieron contra el arrojo y la pericia de un simple muchacho.

Un día de mayo de 1085, las tropas del rey Alfonso VI se acercaron a Magerit con ánimos de conquista. Al amanecer llegaron las tropas a la Puerta de la Vega, en silencio para no despertar al enemigo y pillarle por sorpresa. Sin embargo, sin previo aviso, uno de aquellos soldados se separó de su regimiento y cuchillo en mano comenzó a trepar por la alta muralla, hincando la daga por las juntas de los sillares de piedra. Subió tan ágilmente que todos empezaron a decir que parecía un gato.

Cuando comenzó la lucha el hombre ya había superado la muralla, corriendo hacia el torreón mientras sus compañeros sitiaban la puerta de entrada a la fortaleza, el muchacho cambió la bandera árabe por la enseña cristiana, de nada habían servido los altos muros contra la agilidad y determinación de aquel “gato”.

Desde aquel día a los habitantes de la villa de Madrid, se les menta con el nombre de este ágil felino.

Un abrazo.


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