Leyendas
Deza, Ariza y Calatorao (los dos últimos de Zaragoza) comparten una misma leyenda.
Cuentan que un día se presentó en Deza un maestro imaginero que propuso hacer una escultura de un Cristo llegando a un acuerdo con la autoridad eclesiástica y civil. Mientras estuviera esculpiendo la talla permanecería encerrado en la sacristía. Le fue entregada toda la madera necesaria y cada día se le pasaba la comida por una gatera. Al terminar el plazo que habían acordado, la autoridad abrió la puerta y se encontró que el artista no estaba, pero por contra sí se hallaba toda la comida sin tocar y terminada la imagen de Cristo crucificado al fondo de la sacristía.
Esta leyenda también la comparten los pueblos aragoneses de Ariza y Calatorao.
Deza, Ariza y Calatorao (los dos últimos de Zaragoza) comparten una misma leyenda.
Cuentan que un día se presentó en Deza un maestro imaginero que propuso hacer una escultura de un Cristo llegando a un acuerdo con la autoridad eclesiástica y civil. Mientras estuviera esculpiendo la talla permanecería encerrado en la sacristía. Le fue entregada toda la madera necesaria y cada día se le pasaba la comida por una gatera. Al terminar el plazo que habían acordado, la autoridad abrió la puerta y se encontró que el artista no estaba, pero por contra sí se hallaba toda la comida sin tocar y terminada la imagen de Cristo crucificado al fondo de la sacristía.
Esta leyenda también la comparten los pueblos aragoneses de Ariza y Calatorao.