DEZA: Tienes razón amigo pefeval. No tuve ocasión de pingar...

MAYOS

El 1 de mayo se pingaba un chopo, álamo o pino, con adornos, dinero, golosinas o alimentos varios en Piquera de San Esteban, Rejas de San Esteban, Renieblas y Velilla de San Esteban. Solía subastarse al final del mes y con lo recaudado los mozos celebraban una merienda.

Se pingaba también en Castillejo de Robledo en la fiesta local de mayo; en Yanguas durante el día de San Juan (conmo en San Pedro Manrique) y también en San Pedro, en Vinuesa durante la Pinochada de agosto. En Deza se pingaban dos mayos; uno en la plaza Mayor por los quintos de aquel año y otro delante de la ermita de San Roque por los quintos del año siguiente.
En Deza, merecería contarse el acontecimiento de la pingada del mayo, con la pluma y la maestría de nuestro amigo pefeval. A ver si lo conseguimos...

Un abrazo.

Cum subit illius tristissima noctis imago…. (cuando recuerdo aquella triste noche). No encuentro mejor manera de definir aquella noche de la “pingada del mayo”, pero el recuerdo, aunque triste como detallo en otro link, fue un hito en mi vida. Sé que todavía siguió esa costumbre, incluso sé también que varios de mis quintos volvieron varios años desde lejanas ciudades para colaborar, siguiendo la tradición, la noche del 30 de abril. Ignoro si siguen esa costumbre los jóvenes, y si mis viejos quintos se encuentran ya con fuerzas para acudir a subir a la ermita. Para contar el acontecimiento como indicas, abuelo, aunque lo he narrado ya, siempre quedan algunos detalles que paso a precisar como complemento del mensaje del accidente. Prescindiendo de mi particular experiencia, la “pingada del mayo” seguía un ancestral ritual al que no sé si colaborarías tu porque recuerdo que te fuiste a volar muy joven.
La preparación o prolegómenos, como ocurre en la fiesta de los toros con el paseillo, o en el futbol cuando salen los futbolistas antes del partido, es tan emocionante como el momento del acto. La noche del 30 de Abril nos juntamos en “la Bodeguilla” los quintos y allí se organizaba el evento: tú preparas dos sogas “acarreaderas”, tú dos hachas, tú las herramientas para hacer el agujero, vosotros a buscar el carro, otros a por la garrafa del vino, las arenques y lo que haya que asar. A mi me tocó ir a casa de Paco el del estanco a comprar unas lías para atar la copa del árbol. Una vez reunidos de nuevo, nos encaminábamos a la vega- en esta ocasión a la Tañería- donde habíamos echado el ojo al chopo mas alto y esbelto, predestinado ya hacía tiempo para esta ocasión. Se procedía a cortarlo y a abatirlo tirando de las sogas. Si caía en un sembrado y se producía un destrozo, nunca se quejaba el propietario porque lo consideraba natural y estaba todo permitido. Al fin y al cabo él también había sido quinto y hubo de hacer lo mismo.
Pues bien, una vez cortadas las ramas innecesarias, lo cargábamos al hombro y lo sacábamos a la carretera para ponerlo en el carro. Desde “el coche de las siete” hasta la ermita hay un desnivel muy considerable, pero entonces nos sobraban las fuerzas para subir la pendiente y comenzaba la escalada entre gritos de ánimo. Digo que nos sobraban fuerzas porque éramos nosotros quienes, unos en varas dirigiendo y otros empujando arrastrábamos el carro sin necesidad de mulas. ¡qué falta hacían….!
Llegamos sudando a San Roque, se procedió a abrir el agujero, se ataron las cuerdas al chopo y comenzó la “pingada” utilizando hombros, brazos y manos. Una vez colocado en vertical, se procedía a retacar- otra palabra en desuso, Manuel-, el agujero. Contemplábamos nuestra obra y preparábamos el ágape para recobrar fuerzas. Nos bebimos el contenido de aquella gran garrafa, cantamos al Santo y nos dispusimos a bajar. Antes de llegar a los almendros del caminero, en la peor curva, fue donde ocurrió el accidente.
La noche triste de Tenochtictlan Hernán Cortés perdió dos dedos de la mano izquierda un 30 de Junio, y yo un 30 de Abril por poco me escoño bajando de San Roque; Dice la Historia que Cortés lloró bajo un alto ahuehuete, y yo salí malparado bajo un chopo, allá en mi pueblo.

Tienes razón amigo pefeval. No tuve ocasión de pingar ningún mayo y todos los que vi con mis ojos los habían pingado los quintos anteriores. Tampoco me quintaron ni tallaron porque yo al cumplir los veinte años, hacía dos años que ya estaba en aviación. Pero fui alcalde honorífico el día de los Inocentes, porque me pilló de vacaciones de Navidad en el pueblo y celebré la Fiesta con los 28 mozos nacidos en el año 1933. Al tocarme el orete, en el sorteo de cargos, tuve el honor de ser Alcalde de Deza aunque sólo fuera por un día.

Un abrazo.


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